domingo, septiembre 19, 2010

ETAPAS DE LAS PAREJAS

Claves para una pareja perdurable: saber por qué nos pasa lo que nos pasa, y qué hacer en cada etapa.

Las personas experimentamos distintas emociones, sensaciones y situaciones en las diversas etapas de la vida.

La pareja, como cualquier sistema vivo, puede ser descrita como algo que cambia permanentemente, en un proceso de desarrollo, con un nacimiento, un crecimiento, una madurez, un reposo y una muerte. Tan diferentes como los individuos, las parejas viven ciclos más cortos o más largos. Pueden durar un día o toda una vida. Y no es igual cuando nace que en la mitad del ciclo, o al final del mismo.

Las parejas pueden formarse respondiendo a distintos tipos de motivación y en diferentes etapas de la vida de las personas. Aunque hay diversos modos y criterios para emparejarse, actualmente una gran mayoría de las personas que se unen, tiene como motivación fundamental el amor (el enamoramiento) y un proyecto de vida en común.

De modo general, se puede establecer el ciclo de vida de una pareja basada en el enamoramiento, en las siguientes etapas:

EL FLECHAZO: Es un instante de deslumbramiento, el momento en el que se produce el chispazo, se descubre “la química”. Aunque no conozcamos al otro, proyectamos en él nuestras ilusiones, deseos y fantasías. Nuestra imaginación vuela y no necesariamente coincide con la realidad. Es el momento del imán, la atracción inexplicable hacia el otro, ese “no-sé-qué” que nos gusta. Nuestra sexualidad y el deseo también acompañan estos vuelos imaginativos. Sentimos mariposas en el estómago ante la inminente presencia de nuestro objeto del deseo, escalofríos, sudor, excitación, nerviosismo y ansias por el contacto físico. Dura aproximadamente 2 meses.

ENAMORAMIENTO: Es la etapa de la pasión amorosa. Dura más que la etapa anterior (aproximadamente 6 meses). Es una fuente de energía e intimidad. Nos vamos conociendo, pasamos mucho tiempo juntos, fluctúan ilusiones y desilusiones, justamente a raíz del proceso de irnos conociendo y saber cómo es el otro de verdad. Comenzamos a pensar en “nosotros”, y a tener la necesidad de proyectos compartidos. En esta etapa la sexualidad está a flor de piel, muy activa, suele haber contacto sexual corporal, genital y coital permanente.

FORMACIÓN DE ESTABILIDAD: Se descubren las posibilidades y límites de la relación, aprendemos a compartir y a conocer a quien nos acompaña. Es una etapa difícil, de adaptación mutua, en la cual el proyecto es consolidar el “nosotros” y aprender a crecer de a dos. Desde el punto de vista sexual, vamos conociendo qué nos gusta del otro; la relación sexual se va estabilizando y muchas veces disminuye un poco en frecuencia, pero no necesariamente en intensidad. El grado de intimidad se incrementa por el aumento de la confianza y el conocimiento mutuos.

AFIRMACIÓN: En esta etapa se produce el aprendizaje de la convivencia. Hay que aprender a negociar, a compartir roles, a aceptar las diferencias, a resolver las dificultades y conflictos. Se produce también una lucha por el poder, peleamos a ver quién tiene la razón, quién se somete y quién es sometido. Es el momento de la formación de la familia, con la llegada de los hijos, lo cual genera un cambio (la primera crisis vital importante y universal) en el sistema familiar formado antes solamente por los integrantes de la pareja. Ahora, hay que adaptarse a los nuevos roles parentales, donde los hijos se interponen y se modifica la intimidad en la pareja. La sexualidad se condiciona a la presencia de los hijos, tenemos que esperar que se duerman o se vayan a otro lado, o dejarlos con alguien para “escaparnos” a estar solos. Los niveles de expresividad sexual deben cambiar para adaptarse a la nueva situación.

LA MITAD DE LA VIDA: Se produce aproximadamente entre los 35 y los 50 años de vida de las personas. En esta etapa nos encontramos en medio de la crisis de pareja con nuestras crisis personales relacionadas e interactuando con las de nuestros hijos (adolescentes), nuestros padres (en su tercera edad) lo cual en ocasiones puede llegar a generar una gran crisis familiar. Es una etapa difícil, de replanteos y de balances personales y conyugales. Solemos pensar qué proyectos cumplimos y cuáles no. Desde el punto de vista sexual hay rutinas, muchas veces falta de comunicación. Y en ocasiones no encontramos en el otro la posible satisfacción de nuestras cambiantes necesidades. Se necesita fortalecer la autoestima y puede buscarse fuera de la pareja lo que no se encuentra en ella.

Es por esto que en esta etapa es cuando se producen en general los mayores índices de infidelidad. Si no prestamos suficiente atención a la satisfacción de necesidades mutuas, puede ser una fase dolorosa.

MADUREZ Y VEJEZ: En este momento, los hijos ya son grandes, se van de la casa y los integrantes de la pareja se quedan nuevamente solos. Se produce en este momento otra de las grandes crisis evolutivas universales en la pareja.

¿Qué sucede con la intimidad, la sexualidad y el amor? Pueden producirse dos situaciones extremas.

En una, se genera un reencuentro: los integrantes de la pareja nos volvemos a encontrar (“volvemos a ser novios”) y si está todo bien, nos re-elegimos, nos conquistamos nuevamente y re-vivimos juntos situaciones de plenitud (irse de viaje, compartir paseos, estar solos de nuevo), con un resurgimiento sexual que puede ser tanto genital como afectivo. También si nos lo permitimos, hay una liberación en el goce de la sexualidad porque ya no existen barreras como la posibilidad de un embarazo, ni la presencia de otras personas (por ejemplo, los hijos) que inhiben la expresividad sexual.

En el segundo caso, puede suceder que se hayan producido crisis accidentales o de cualquier otro tipo y los miembros de la pareja se sienten como dos extraños. No se reconocen ni encuentran de dónde sostenerse para mantener la relación y entonces puede producirse la ruptura.
Cada pareja es un mundo. Nos pasan cosas distintas, en momentos diferentes, pero en algunos casos hay coincidencias y situaciones más o menos universales.

La clave está en reconocerlas y aceptarlas para cambiar aquellas que podemos y convivir lo más pacífica y serenamente con las que no pueden modificarse.

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