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domingo, octubre 22, 2017

LAS HERIDAS EN LA FAMILIA

Las heridas en el círculo familiar son las que tardan más tiempo en curarse

No podemos permitir que un pasado familiar disfuncional y traumático afecte a nuestro presente y nuestro futuro. Debemos ser capaces de superarlo y sanarnos para ser felices

Las heridas generadas en el círculo familiar ocasionan traumas, carencias profundas y vacíos que no siempre logramos reparar.

El impacto por el padre ausente, por la madre tóxica, el lenguaje agresivo, los gritos o esa crianza falta de seguridad y afecto traen algo más que la clásica falta de autoestima o esos miedos que tanto nos cuesta superar.

Muchas veces, la dificultad para resolver muchos de esos impactos íntimos y privados se halla en un cerebro tempranamente herido.

No podemos olvidar que el estrés experimentado a lo largo del tiempo y a edades tempranas provoca que la arquitectura de nuestro cerebro cambie, que estructuras asociadas a las emociones se vean alteradas.

Todo ello trae como consecuencia una mayor vulnerabilidad, una indefensión más profunda que conlleva un riesgo mayor a la hora de sufrir determinados trastornos emocionales.

La familia es nuestro primer contacto con el mundo social, y si ese contexto no nutre nuestras necesidades esenciales, el impacto puede ser constante a lo largo de nuestro ciclo vital.

Veamos a continuación con detalle por qué es tan difícil superar todas esas heridas sufridas en la época más temprana de nuestra vida.

La cultura nos dice que la familia es un pilar incondicional (aunque, a veces, se equivoca)

El último escenario donde uno piensa que va a ser herido, traicionado, decepcionado o incluso abandonado es, sin duda, en el seno de nuestra familia.

Sin embargo, ocurre con más frecuencia de la que pensamos.

Esas figuras de referencia que tienen como obligación darnos lo mejor, ofrecernos confianza, aliento, positividad, amor y seguridad, a veces nos fallan voluntaria o involuntariamente.

Para un niño, un adolescente o incluso para un adulto, experimentar esa traición o esa decepción en el seno familiar supone desarrollar un trauma para el cual nunca se está preparado.

La traición o la carencia generada en el seno de una familia es más dolorosa que la simple traición de un amigo o un compañero de trabajo. Es un atentado contra nuestra propia identidad y nuestras raíces.

La herida en una familia se hereda entre generaciones

Una familia es algo más que una árbol genealógico, que un mismo código genético, que unos mismos apellidos.

Las familias comparten historias y legados emocionales. Muchas veces, esos pasados traumáticos se heredan de generación en generación de muy diversas formas.

Desde la epigenética nos recuerdan, por ejemplo, que todo lo que acontece en nuestro ambiente más cercano deja su impacto en nuestros genes.

De ahí, que factores como el miedo, el estrés intenso o los traumas se hereden muchas veces de padres a hijos.

Ello hace que, en ocasiones, seamos más o menos tendentes a sufrir depresiones o que reaccionemos con mejores o peores herramientas ante situaciones adversas.

Aunque establezcamos distancia de nuestro círculo familiar, las heridas siguen presentes

En un momento dado, lo hacemos; decimos basta y nos atrevemos a cortar con ese vínculo dañino para establecer una necesaria distancia de esa familia disfuncional y traumática.

Ahora bien, el simple hecho de decidirnos a decir adiós a quien nos hizo daño no trae por sí mismo la sanación a la herida. Es un principio, pero no la solución definitiva.

No es nada fácil dejar atrás una historia y unas dinámicas, unos recuerdos y unos vacíos.

Muchas de esas dimensiones quedan ancladas a nuestra personalidad e incluso en el modo de relacionarnos con los demás.

Las personas con un pasado traumático suelen ser más desconfiadas, les cuesta mucho asentar relaciones sólidas.

Quien ha sido herido necesita, además, sentirse reafirmado; ansía que los demás llenen esas carencias, de ahí que muchas veces se sientan frustrados porque pocas personas llegan a ofrecerles todo lo que necesitan.

Lo recomendable en estos casos es sanarnos primero como persona antes de buscar en los demás lo que necesitamos.

Podemos llegar a cuestionarnos a nosotros mismos

Esto es quizá lo más complejo y lo más triste.

La persona que ha pasado gran parte de su ciclo vital más temprano en un hogar disfuncional o en el seno de una familia con estilo de crianza negativo, puede llegar a verse a sí mismo como alguien que no merece ser amado.

La educación recibida y el estilo de paternidad o de maternidad en el que hemos sido criados erige las raíces de nuestra personalidad y nuestra autoestima.

El impacto negativo de estas huellas es muy intenso; de ahí que muchas veces uno mismo tenga dudas sobre la propia eficacia, su valía como persona o incluso si es digno o no de cumplir sus sueños.

Nuestro círculo familiar puede darnos alas o puede arrancárnoslas. Es algo triste y devastador.

Sin embargo, hay algo que nunca podemos olvidar: nadie puede elegir quiénes van a ser sus padres, quienes sus familiares, pero siempre llegará un momento en que tengamos ya la capacidad y la obligación de elegir cómo va a ser nuestra vida.

Elegir ser fuertes, ser felices, libres y maduros emocionalmente es algo esencial, de ahí la necesidad de superar y sanar nuestro pasado.
Fuente: mejorconsalud

lunes, diciembre 15, 2014

PAREJASPERU.COM

Las relaciones de parejas se pueden reparar. 
Tiene que haber una actitud firme.
Esa firmeza va a dar la confianza y seguridad.

viernes, febrero 24, 2012

SEXO EN CONVIVENCIA Y MATRIMONIO

"Un espacio para calmar esas dudas que tormentosas crecen".

PREGUNTA:
Desde que me casé (hace 3 años), el sexo con mi mujer se fue haciendo aburrido hasta dejar de interesarme.

¿Es culpa del matrimonio?

RESPUESTA:
El documento firmado en la iglesia o el registro civil ha de tener sin duda su peso en la domesticación de una actividad originalmente tan ligada a nuestras funciones instintivas.

Pensamos nosotros, no obstante, que lo que le inyecta tedio al sexo es fundamentalmente la convivencia.
La disponibilidad del objeto de deseo noche tras noche acaba con el misterio y la escasez de la oferta.
Pero como nadie se pone a pensar en estos inconvenientes antes de sellar su alianza matrimonial, el drama que usted vive es una especie de pandemia.

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PREGUNTA:
Las relaciones sin preservativo me dejan mucho más satisfecha que las protegidas. ¿Cómo explicarían eso?

RESPUESTA:
Aparte del hecho de que el, digamos, roce genital directo es más placentero que el intermediado, existen estudios que indican que el contacto con el semen a través de la vagina produce en algunas damas un estado jovial y una menor tendencia a la depresión. Según los titulares de una investigación de la Universidad de Nueva York (Estados Unidos), esto respondería a los efectos estimulantes de las hormonas presentes en el esperma, entre las que destaca la testosterona. ¿No será eso quizás o que le ocurre?

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PREGUNTA:
¿Sirve de algo presionar el conducto por donde pasa el semen para evitar la eyaculación precoz?

RESPUESTA:
Si se hace con la debida anticipación, puede suceder efectivamente que el impulso eyaculatorio se retraiga por un momento. El éxito de la operación, sin embargo, no está garantizado; sobre todo cuando la presión en cuestión se parece demasiado a una arremetida masturbatoria. Mejor es llevar a cabo un repliegue estratégico cuando se siente el imperioso impulso eyaculatorio, para solo volver a la carga cuando el peligro ha pasado. Los resultados en este tipo de disciplinas, de cualquier forma, no se cosechan de inmediato. Hacen falta perseverancia y tolerancia ante los
fracasos iniciales para llegar un día a dominar el aguijoneante prurito. Proceda usted, entonces, según la famosa fórmula de José Córdova: "Armas a discreción, paso de vencedores".

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PREGUNTA:
¿Es verdad que a los hombres les gusta también que les acaricien los pechos? Debería intentarlo con mi novio?

RESPUESTA:
Es verdad que los pezones son en los caballeros un punto particularmente sensible a las caricias. Que tal ceremonia genere una satisfacción ecuménica, sin embargo, es ya más discutible. Existen por supuesto muchos varones que se complacen con semejante gratificación y la entienden como una antesala deseable a las visitas al Campo de Venus. Pero otros la identifican, en cambio, como un estímulo asociado exclusivamente al universo femenino y se angustian ante la sola perspectiva de que se los toquen. No le aconsejamos, en consecuencia, acometer el experimento sin consulta previa. En estos casos es mejor pedir permiso que perdón.


Fuente: Campo de Venus, Revista Somos del 11 de febrero 2012, página 62.

http://www.psicologosperu.com/

viernes, marzo 13, 2009

CUANDO EL MATRIMONIO O LA CONVIVENCIA ACABA

http://www.psicologosperu.com/

En toda relación humana con el transcurso del tiempo inevitablemente se van a dar juegos de poder y más aun si se trata de una pareja. Estos juegos podrían desencadenar una crisis. Esta puede generar un cambio, una re-estructuración, un re-encuadre que lleve a un nuevo equilibro. Pero también puede suceder que las cosas una vez que se hayan calmado se vuelva a la situación anterior. Otro escenario es que la situación sea tan fuerte que desencadene en la ruptura.

Cuando una relación matrimonial o de convivencia llega a su fin y la pareja se separa se produce un duelo al margen de las luchas económicas y legales que se presentan y que impiden una despedida sana. Queda entonces una larga lista de resentimientos que aumenta la sensación de pérdida y soledad.

La separación o el proceso mismo de divorcio es una crisis emocional que en muchos casos no se acepta desde el principio pero que luego al ser conscientes de ella se va sobrellevando en el intento de equilibrar la vida. Así cada persona busca la forma de afrontarlo en un proceso continuo de autodescubrimiento.

Pero son muchos los momentos vividos juntos (amor, odio, sexo, etc.) y el recuerdo de todos estos no pueden terminar al romperse la relación.

El duelo como proceso necesita avanzar y para esto se requiere “darse cuenta” que la relación ya se murió. Se debe aceptar el enojo que se produce y permitirle fluir hasta descubrir que detrás del mismo se esconde el dolor de la pérdida. Así se empezará el proceso de recuperación.

Será indispensable perdonarse a sí mismo y reconciliarse con el pasado aceptando aquellas conductas destructivas que se manejan en la relación, asumir su responsabilidad y estar dispuestos a modificarlas.

La “despedida” o “desprendimiento” como proceso debe terminarse o cerrarse bien antes de iniciar una nueva relación, pues las conductas por sí mismas son repetitivas y entonces se podría repetir el problema una y otra vez. De ahí que muchas personas se preguntan: ¿por qué siempre elijo las mismas personas? ¿Por qué me pasa siempre esto a mí?

Por eso el período posterior a la separación, una vez empezado el proceso antes mencionado debe tomarse como una oportunidad de resolver todas las necesidades (gestales) postergadas para que no sean impedimentos para una futura relación.

Recapitulando lo dicho, el proceso de duelo cumple normalmente ciertas etapas:

· Negación
· Enojo
· Culpa introyectada o proyectada
· Perdón y olvido del pasado
· Aceptación del aquí y ahora, y
· Desapego

Es frecuente que estas etapas suelan darse entremezcladas y en diferente intensidad pues dependerán de la historia previa de cada quien como de la energía que trajo consigo para la separación en sí.

El hecho que marca o hace darse cuenta de que se ha superado el proceso de duelo es la sensación de independencia y decisión de seguir adelante sin resentimiento. Queda atrás la autocompasión y se acepta la separación o el divorcio como una solución y no como un castigo.

Así una persona para ser lo que realmente es: necesita vivir su presente superando aquello que ha vivido y ya no existe, siendo flexible ante su realidad actual y permitiéndose experimentar sus emociones. Entenderá que las personas son más importantes que los bienes materiales. Apreciará a la gente por lo que es y no desde un ideal prefabricado que difícilmente coincidirá con el ser humano real que se conoce. Se conocerá y desarrollará tanto en lo intelectual como en lo físico y emocional.

Así también podrá reconocer que vivir solo no implica ser solitario. Será una forma de verse a sí mismo con autoconfianza e independencia, por lo que se irá disipando la soledad y el miedo a enfrentarse solos a la vida, y comenzar a responsabilizarse nuevamente por sí mismos, satisfaciendo sus necesidades. Se genera así la autoafirmación.

Como dice el Dr. Héctor Salama, “debemos aprender a despedirnos para poder encontrarnos”.
Dependiendo del tipo de relación, del tiempo, de la profundidad del vínculo y del tipo de personalidad de cada uno de los miembros, una de las sugerencias que se plantean es vivir el periodo de duelo (llamado también periodo de desintoxicación emocional o periodo de romance con uno mismo), como un tiempo de reflexión, aprendizaje y de autoevaluación, en donde conviene llenar los horarios que compartían en pareja retomando actividades de las que antes de la relación se disfrutaba, incluso de algunas amistades que tomaron distancia como consecuencia de la relación.

Es importante encontrar una actividad estimulante que renueve, que invite a renunciar a viejas creencias que perdieron vigencia en la situación actual. Tomar conciencia de los juegos de víctima y tomar las riendas de conductas y asumir sus consecuencias.

Recordar que vivir del pasado no conlleva a ningún futuro, por lo que orienta a vivir el aquí-ahora con responsabilidad tomando conciencia de que nadie tuvo la culpa y cada quien asumirá el grado de responsabilidad que le toca.

Dependiendo de la historia de vida de cada uno de los integrantes, muchos de los “introyectos” o “deberías” harán que algunas de las personas renuncien a la vida de pareja para ser solo padres o madres, sobre todo en los primeros meses, mientras que otros utilizarán la deflexión como un mecanismo para evadir el dolor, la que se manifestará de varias formas (abuso de alcohol o drogas, somníferos y ansiolíticos o episodios de hipomanía acompañados de promiscuidad sexual) en una búsqueda constante de evitar el dolor. En otros casos, la dependencia hacia las figuras parentales regresionará a las personas volviendo a estar bajo la tutela paterna a pesar de ser autónomas económicamente y con hijos.

En otros casos se instalará una nueva creencia: “no creo en el amor”, “todos son iguales”, etc. Habrá personas que harán confluencia con otras personas inevitablemente para aminorar el sentimiento de soledad. Esta relación de dependencia será un paliativo por algún tiempo. Mientras también habrá quienes culpen a la suerte, a la vida, a sus padres proyectando toda su inmadurez y patología al medio ambiente y harán a una nueva pareja lo que no fueron capaces de hacerle a la suya en su momento, aún cuando no se les dé motivo.

En fin, son un sinnúmero de escenarios que se pueden presentar alrededor de una ruptura, lo importante es poder cerrar las situaciones inconclusas con perdón y gratitud, aprender de la experiencia y asumir responsabilidades. En resumen, es crecer reconociendo lo positivo de la relación que se va.



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