Mostrando entradas con la etiqueta parejas celosas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta parejas celosas. Mostrar todas las entradas

sábado, noviembre 22, 2008

CELOS

Un marido celoso ,en Iran,aplicó todo el peso de la ley islámica SHARIA en la cara de su esposa,de nombre Zahida,a la que acusó de infidelidad.
El esposo de Zahida,le cortó las orejas,la lengua,la nariz,y le arrancó los ojos.
Zahida:Antes de la Sharia.

Aunque se tienda a pensar lo contrario, los celos no necesariamente son una pasión ciega y absolutamente irracional. Esto ya lo sabían los antiguos epicúreos y estoicos, quienes estimaban que el orígen de los celos (como el de otras emociones tormentosas) son las equivocadas creencias o falsas impresiones que se forma una persona sobre lo que está ocurriendo en el entorno de su pareja. Es decir, de la manera como interpreta usted el vínculo con su pareja, la mirada de fulano o las frases de zutanodepende ese brote de furor que lo domina y que puede convertirlo, efectivamente, en un energúmeno. De hecho, los celos no son censurables por sí mismos, sino por los arrebatos, a veces muy violentos, que pueden desencadenar. Aprender a convivir con ellos forma parte de esa dosis de sabiduría que es recomendable alcanzar para gozar de la vida evitando innecesarios padecimientos. No estaría de más, en tal sentido, que usted examine las motivaciones que lo llevan a reacciones tan airadas en situaciones que no las justifican.


NORMAS PARA SOBREVIVIR A UN CELOSO
Lo primero a tener en cuenta cuando se inicia una relación con una persona celosa es que los celos, en cierto grado difícil de determinar a simple vista, son un trastorno psicológico que el afectado no puede controlar por mucho que quiera. Por lo tanto, si no estamos dispuestos a aceptar la existencia de ese problema en nosotros o en nuestra pareja y a llevar una vida condicionada por él, es mejor que dejemos la relación. El celoso patológico no cambia sin terapia, pero aún con la ayuda psicológica a nuestro alcance, si es intensa, seria, profunda y acertada, puede haber alguna mejora, pero no es total y nadie garantiza poder llevar una vida sin delirios ni paranoias. Por lo tanto, queremos dar a conocer lo que nuestra investigación ha descubierto acerca del comportamiento de los celos, pues sabemos que la base para evitar los malos tratos y las muertes pasa por que todos los afectados y sus parejas conozcan el funcionamiento de este trastorno y actúen en consecuencia:

1. Procurar conocer cómo funciona el trastorno de los celos. Tener en cuenta que los celos son capaces de hacer perder el juicio y hacer actuar al afectado de un modo totalmente imprevisible. Los celos actúan, generalmente, en crisis discontinuas, de manera que el afectado no se muestra celoso y desconfiado el 100% del tiempo, sino que unas veces lo está más y otras lo está menos. Los celos forman parte de la personalidad del afectado, pero no la impregnan toda, es decir, que el afectado en crisis puede mostrarse muy irascible por unas cosas, que cuando no está en crisis, no le molestan en absoluto.

2. No nos confiemos, a un celoso no se le debe provocar NUNCA. Aunque se muestre sereno, receptivo, tolerante y confiado, no debemos contarle anécdotas o situaciones de nuestra vida que puedan producir celos, como por ejemplo, que te has encontrado con un viejo amigo. Aunque en ese momento no se muestre inquieto, su inconsciente guardará esa información y cuando entre en crisis, sus celos enfermizos la tergiversarán y se la evocarán en forma de delirios y paranoias de este tipo: “¿por qué me contaría aquello? ¿disfrutaría mucho con ese hombre? ¿estará comparándome con él? ¿quizá planea tener una aventura con él? ¿piensa que es mejor que yo? ¿querrá dejarme por él?” Y si los celos son graves, tras las irracionales preguntas, llegarán las infundadas respuestas: “Seguro que se lo ha follado. Me juego algo que suelen quedar cada día para tener sexo. Me lo ha contado para que me vaya mentalizando de que va a dejarme. Cualquier día llegaré a casa y no estará. Debe saberlo ya todo el mundo. Me está poniendo los cuernos y seré el último en enterarme cuando se haya largado. Sabe muy bien el daño que me haría y le da igual. Se muestra feliz porque la hace feliz otro hombre y se ríe de mí en mi cara porque cree que no lo sé. Le divierte ridiculizarme. Quiere machacarme, pero no se lo voy a permitir”.

3. Cuando el celoso esté en un arrebato como este y nos eche en cara todas sus sospechas con la agresividad habitual, ¿cómo debemos actuar para evitar un desenlace físicamente violento o, incluso, fatal?

- Si empieza con el típico interrogatorio desconfiado y paranoico, responder con naturalidad, brevedad y seguridad, negando siempre las respuestas comparativas en que pretende que reconozcamos que para nosotros, otra persona es mejor que él. “Para mí, nadie es mejor que tú”, sería un tipo de respuesta presumiblemente óptimo. Sin más. No alargar las frases innecesariamente.
- Evitar responder preguntas íntimas que nos hará sobre relaciones pasadas que tuvimos con otros. “No lo recuerdo”, “No me interesa ese tema”, “Hablemos del presente”, podrían ser respuestas óptimas. Sin duda, cualquiera sería mejor que corresponder a su enfermizo morbo por esos datos que no harán más que intensificar sus paranoias.
- Nunca ofrecer ni insinuar, ni por ironía, ni por agotamiento, ni por venganza, ni por nada del mundo, una respuesta afirmativa a sus sospechas. Esa podría ser nuestra sentencia de muerte.
- Nunca responder en el mismo tono agresivo con que el celoso ataca. En ese momento lo interpretará como una provocación.
- Nunca tratar de convencerle con argumentos racionales demasiado minuciosos del error en que se encuentra, ya que en ese momento no es capaz de concentrarse en ello y todo le parecerá un esfuerzo nuestro por disfrazar de verdad lo que él ve como mentira.
- Nunca huir en ese momento, pues tendremos pocas probabilidades de lograrlo y lo interpretará como una confirmación de sus sospechas.
- Negar siempre sus sospechas con firmeza pero sin agresividad. Usar argumentos muy cortos y claros. Aguantar el “chaparrón” de este modo, sin defendernos ante los insultos y gritos. Podemos llorar, pero sin descomponernos. La sumisión nos puede salvar la vida en ese momento. Ya nos revolveremos y rebelaremos cuando tengamos mejores garantías de escapar sanos y salvos.
- Nunca decirle, en ese momento, que no le queremos. Si estamos con él, es por que le queremos, entonces hay que decírselo con firmeza y seguridad. Aunque en ese momento desearíamos no verle más, no debemos expresarlo, sino concentrarnos en que le amamos y no dudar al expresar ese hecho.

4. Si tenemos interés y esperanza en salvar la relación, hay que hablar del problema. Esto será más fácil si es un celoso poco agresivo, que nunca nos ha maltratado físicamente. Así hay más probabilidades de que acoja positivamente una conversación acerca de su enfermedad. Entonces, conviene hablarle de ella sin contemplar la posibilidad de dejar la relación, cosa que no debe sospechar. Se trata de hacerle comprender lo mucho que sufrimos por verle sufrir tanto por ese trastorno, hablarle de cómo funcionan los celos para que se sienta identificado y pedirle que por el bien de los dos, acepte ir a un psicólogo. Que sabemos que él solo no puede cambiar y que necesita ayuda. Que sólo de ese modo podrán ser más felices y llevar una relación normal sin desconfianzas ni inseguridades que duelen a los dos. Y que tenemos interés en que reciba esa ayuda porque le queremos y queremos ser felices con él toda la vida, cosa que con sus celos es imposible. Nunca enfocarlo como un reproche o una amenaza, sino como una necesidad para ser más felices juntos. Si la primera vez no nos hace caso, NUNCA recordárselo de nuevo cuando esté en crisis. Hay que esperar otra vez a que se le pase la crisis para hablarlo de nuevo. La segunda vez debemos ser más insistentes, pero siempre con el mismo tono suplicante, preocupado, esperanzado y cariñoso, hablándole sobre los celos y cómo su actitud se ajusta a la de un celoso patológico y los riesgos que conlleva esa enfermedad, que él mismo no puede controlar y que le provoca las paranoias tan desagradables por las que sufre tanto. Si nos escucha y accede a que concertemos una cita con un psicólogo, primero debemos visitar nosotros a ese psicólogo y explicarle que son los celos patológicos el problema de nuestra pareja, y no otro, para que así, cuando nuestra pareja llegue y trate de justificarse con otras historias, el psicólogo sepa cómo reconducir el diagnóstico y la terapia. Con esto, quizá podemos aguantar un tiempo hasta comprobar que realmente se dé alguna mejora y nuestra pareja se muestre dispuesta a continuar con la terapia. Sería positivo que en algunas de las citas con el psicólogo, nosotros estemos presentes y así debemos proponérselo al especialista: Principalmente en los días de la cita en que nuestra pareja esté en crisis y se resista a acudir. En esos casos, le inquietará dejarnos a solas y preferirá no ir al psicólogo para no perdernos de vista o tratar de recabar pistas que le confirmen sus sospechas. Por eso es bueno que esos días, acudamos con él al psicólogo y que éste observe e investigue cómo se comporta el enfermo respecto a nosotros en ese momento. Si se consigue mantener esta dinámica de forma más o menos constante durante un año, ya es un buen síntoma. Pero, aunque muestre mejoras visibles, una terapia contra los celos no puede tener un efecto permanente para siempre, si se ha aplicado durante un año. Al tratarse de un trastorno generado en lo más profundo del inconsciente, una terapia eficaz no puede aplicarse durante un periodo inferior a 5 años. Por sus características, requiere de algunos métodos del psicoanálisis y éstos son lentos en sus resultados pero bastante seguros. Por tanto, desconfiemos de un psicólogo que nos asegure que en 1 año puede curar los celos patológicos. Eso es magia y la magia no existe. Sin embargo, si la terapia es larga y el especialista la toma en serio, si además se da el caso de que el afectado tiene verdadero interés en curarse, él mismo podría dar pie a la investigación de nuevas terapias más cortas o más eficaces, dado que este es un problema poco investigado en cuanto a soluciones se refiere. Confiemos por tanto en las posibilidades de la investigación psicológica y pidamos a los especialistas que no se ciñan exclusivamente a sus manuales, sino que investiguen, dado que hacen falta nuevas propuestas y gente con iniciativa tanto en el lado de los afectados, como en el lado médico, para desarrollarlas. Pues bien, si se da todo esto... cabe confiar que podemos llegar a llevar una relación normal con nuestra pareja y aspirar a ser muy felices juntos.

5. Generalmente, tanto el amor de un celoso agresivo, como el amor de su pareja víctima, son reales y tienen un fundamento sano y bueno. Lo que desvirtúa este amor son los celos que, cuando se padecen en grado de patología, imposibilitan una relación normal y la hacen peligrosa, incluso, para la supervivencia de ambos. Por lo tanto, nadie tiene el porqué estar llamado asumir un riesgo tal. Pues ni el amor más grande es capaz de curar a un celoso. De ahí que contemplemos también que, con la desolación que supone abandonar a quien amas, llegan extremos en que debemos cargar con nuestro amor y la autoestima que nos quede y escapar de esta relación tan destructiva. Para salvaguardar nuestra integridad psicológica y física y, probablemente, también la de nuestra pareja celosa, a veces conviene alejarnos de ella lo más posible, ya que ella (como nosotros) sufre mucho durante y después de sus crisis de celos, pero si nos hace un daño físico irreversible, el celoso también tiende a causárselo a sí mismo. Por lo tanto, el riesgo de esta relación es para ambos y la decisión de dejarla será, a la larga, también buena para ambos, si el celoso se sobrepone a ella. Sin embargo, esto no se debe hacer de cualquier modo y en cualquier momento, ya que éste es el paso más crítico y arriesgado en el trato con un celoso patológico.
He aquí, pues, los pasos a seguir para terminar, sanos y salvos, la relación con un celoso:
- En primer lugar, la persona sana, que es la que generalmente decide terminar la relación, debe asumir que va a ser difícil y muy doloroso para ambos y que ha de enfrentarse con valentía, frialdad y seguridad a ese trago.
- MUY IMPORTANTE: Nunca abandonar al celoso en el momento en que está en crisis. Nunca hacerlo en plena discusión o inmediatamente después de ella. Ese momento hay que pasarlo como antes hemos aconsejado: negando las sospechas de que nos acusa, evitando su curiosidad morbosa sobre nuestro pasado, asegurándole nuestro amor... (recuerda que no tienes porqué estar mintiendo en este punto, ya que seguramente le amas de verdad, pero dentro de ti sabes que debes dejarle porque su enfermedad hace imposible la convivencia, pero no puedes decírselo en ese momento, sino simplemente mantenerte firme en la sinceridad de tu amor).
- Esperar a que lleguen días de calma, cuando el celoso es el hombre encantador del que nos enamoramos, cuando se muestra cariñoso y comprensivo, cuando está tranquilo, cuando no le inquieta demasiado lo que hacemos o dejamos de hacer, justo cuando no desearíamos dejarle... Ése, precisamente, es el momento de hacerlo.
- Si estamos ante un celoso agresivo y convivimos con él, lo que puede salvarnos, aunque resulte una decisión muy traumática para nosotros, es alejarnos de la forma más sutil posible. Aprovechando una visita al médico, que vamos al trabajo, que vamos a comprar, etc. Ha de ser en una de esas salidas que nuestra pareja nos permite sin inquietarse demasiado. Por lo tanto, no podemos proponernos hacerlo un día concreto que nos venga bien o que deseemos hacerlo. Ha de ser ese día casual que nada hace sospechar nuestro plan. Y simplemente con el bolso y la ropa que llevamos puesta, irnos, a ser posible... lejos, a otra provincia, a otro país, donde alguna amistad o familiar pueda acogernos y donde unos Servicios Sociales o Casas de Acogida puedan ayudarnos a empezar de cero durante una temporada. El celoso patológico agresivo intentará buscarnos, llamar nuestra atención de algún modo, hacernos daño o hacérselo a nuestros seres queridos. Todo esto debemos preverlo. Cuando pase un tiempo, quizá un año, incluso dos, sin establecer ninguna clase de contacto con él, si no se ha suicidado, quizá haya rehecho su vida y nosotros podamos volver. Tratemos de averiguarlo por otras personas antes de hacerlo. Y si volvemos, nunca aproximarnos a él ni esperar que en un encuentro fortuito se alegre de vernos. Si tenemos la mala suerte de que no ha rehecho su vida y nos encontramos con él en un momento de crisis, el celoso puede atacarnos. Por lo tanto, mejor evitar exponerse al peligro de un encuentro casual.
- Somos conscientes de lo que esta situación significa: sumir a la pareja de un celoso en el injusto calvario de vivir como una nómada o una fugitiva. Sin embargo, un celoso patológico no es un enfermo cualquiera, es un enfermo con predisposición involuntaria e imprevisible a cometer un crimen. Decimos involuntaria porque, en principio, sin crisis, el celoso no desea matar a nadie. El problema es que en crisis, pierde el contacto con la realidad y a la vez su criterio de castigar lo malo pierde toda medida, razón y proporción. En ese momento, desea matar y su cabeza enferma convierte la paranoia de la infidelidad de la que se cree víctima, como una falta digna de una pena de muerte inapelable. Por lo tanto, si el principal objetivo de todas las instituciones es reducir el número de muertes, no debemos caer en la ingenuidad de pensar que con una orden de alejamiento basta para que el celoso en crisis no cumpla con la ejecución del castigo que le ordena su criterio enfermo, pues esa se convertirá en su principal obsesión y no cejará hasta consumarla. Y ocurre, por otro lado, que si el celoso no tiene antecedentes, si no hay denuncias, si no hay sospechas visibles... igualmente es un peligro potencial, por la naturaleza de este trastorno. Así que estas recomendaciones que hacemos, no son gratuitas ni infundadas. El maltratador, en un 90% de los casos, es un celoso patológico agresivo, y hay que dar buena cuenta a la población del comportamiento imprevisible de esta enfermedad y de cómo hay que actuar ante ella. Por eso, si de salvar vidas se trata, no podemos más que recomendar que la persona que ha mantenido una relación intensa con un celoso y desee terminarla, huya cual fugitiva. Pues tal y como están las leyes y vistos los pocos recursos que tiene la justicia para garantizar la seguridad de una víctima potencial, por el momento no hay otra salida. Y esto hemos de asumirlo con responsabilidad y madurez, pues una cosa es la teoría y otra la práctica, pero la vida humana forma parte del lado práctico y no debe exponerse a la ingenuidad de pensar que las leyes son infranqueables.

Teniendo en cuenta todo esto, concluimos reflexionando que a un amigo o amiga, nosotros le recomendaríamos que ante el primer síntoma de celos de nuestra pareja, saliéramos corriendo de esa relación. De este modo, no habría peligro alguno. Pero los celosos no dejan de tener un lado sano y bueno con el que desarrollan aptitudes de seducción tan eficaces como cualquiera. Sabemos, así mismo, que los celosos, en su lado bueno, son personas dignas de ser amadas y tienen cualidades indiscutibles para aportar muchísimo bien a la sociedad. Sin embargo, esta sociedad peca de ingenuidad ante el fenómeno de los celos y se muestra muy mal preparada para enfrentarse eficazmente a esta sutil epidemia psicológica. Por tanto, tenemos a estos enfermos totalmente abandonados a los vaivenes y antojos de su trastorno, y al mismo tiempo tenemos al resto de la sociedad desinformada para prevenirse de él. Por consiguiente, se busca informar y prevenir a la sociedad de los peligros de esta enfermedad, para evitar así tantas muertes, tanto de víctimas de celosos, como de celosos que se suicidan.