La Biblia es un texto que requiere muchísima disposición para entenderse.
Es errado que se lea como si fuera un Vademécum o la Wikipedia.
Las verdades espirituales no se asimilan racionalmente.
Su semántica es mucho más compleja.
Requiere un estado previo de altruismo que necesitas ejercitar.
Por eso, quien no se prepara para leerla no le encuentra sentido.
Sin embargo, muchos sí aceptan ejercitar los minuciosos preparativos que se necesitan para una buena práctica de yoga, durísimos trances de purga corporal para una correcta sesión de ayahuasca o todo el conocimiento y preparación necesarios para practicar meditación trascendental.
Ahí sí no les da flojera.
Por eso digo: A pesar de saberse que toda práctica espiritual requiere de ciertos pasos previos, ¿pretenden entender la Biblia como si fuera el manual de tu lavadora, sin siquiera hacer lo mínimo indispensable, que es pedirle inspiración al Espíritu Santo?
La analogía es simple: cuando estás enamorado, todo lo que diga tu pareja es maravilloso.
Pero cuando estás de malas con tu pareja, esas mismas cosas que te decía, ahora te suenan antipáticas.
La Iglesia ha cometido muchos errores bien sabidos, lo que ha creado en algunos una suerte de tirria ante todo lo que se asemeje a un sermón.
Y han metido a la Biblia en ese paquete.
La analizan como un texto literario, cuando eso es solo el 5% de lo que es realmente.
Tienes millones de verdades no explícitas.
El estado de profunda humildad es básico para entenderla.
Solo así podrás decodificar el lenguaje de corazón a corazón que tiene.
Las palabras que ves en sus páginas no tienen mucho sentido si las revisas como una mera redacción.
Son aparentemente historias que no acaban, ideas verticales, descripciones de sueños complicadísimos, conflictos y miles de personajes.
Y ni qué decir cuando habla Jesús.
Su lenguaje, si bien es sencillo muchas veces, es muy abstracto en otras ocasiones.
Requiere un estado muy inspirado para captarlo.
Y eso se trabaja como cuando calientas para jugar fulbito.
Cosa que también haces calladito y sin quejarte.
Uno de mis pasajes complejos favoritos es uno de los pocos que el mismo Jesús explica luego en palabras sencillas.
Él dijo: "Todavía un poco, y no me verán; y de nuevo un poco, y me verán; porque yo voy al Padre".
Entonces se preguntaron algunos de sus discípulos entre ellos: "¿Qué es esto que nos dice: Todavía un poco, y no me verán; y de nuevo un poco, y me verán; y por qué yo voy al Padre? ¿Qué quiere decir con: Todavía un poco? No entendemos lo que habla".
Jesús vio que querían entenderle, y les dijo: "De cierto, de cierto os digo, que vosotros llorarán y lamentarán, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estén tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.
La mujer cuando da a luz, tiene dolor. porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo".
Vemos que la Biblia entonces no es para entenderse de porrazo y menos juzgarla superficialmente.
Si no, todos nos sentiríamos condenados.
Pues (muy aparte de los 'pecados' principales) hasta la ira, el ser rico o el temor ausentarían a Dios de nuestras vidas.
Pero Jesús antepuso el amor al prójimo por sobre todo dogma anterior a él.
Por eso es delicado juzgar la Biblia extrayendo frases fuera de contexto antes de los cambios y complementos que él trajo.
La Biblia simplemente propone que no cosechemos infelicidad.
Recuerden que la infelicidad no tiene síntomas.
Hoy más que nunca necesitamos enrumbarnos.
La vez pasada escuche una frase en la canción Counting Stars, de la banda One Republic, que me estremeció.
Decía: "Todo lo que me mata me hace sentir vivo".
Estamos ante un claro clamor generacional de búsqueda.
Por eso, la Biblia, más que un código penal para discernir el mal del bien, es la guía para separar la verdad del error, que es lo único que al final te reclamará el corazón.
Fuente: Revista Somos del 4 de abril del 2015
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