El lado oscuro de las personas muy inteligentes, casi siempre está habitado por la tristeza, por un vacío existencial que rara vez ofrece una auténtica felicidad a las personas que, por lógica, más éxito social deberían tener. Y sin embargo, no parece ser así. De hecho recordarás, sin duda, el caso de William James Sidis, el hombre más inteligente del mundo pero también el más triste. Un claro ejemplo de cómo, en ocasiones, una alta inteligencia no ofrece felicidad al corazón.
Descubramos cómo puede explicarse este curioso hecho.
Ser muy inteligente no significa saber tomar las mejores decisiones
Nos llama la atención. Habitualmente siempre pensamos que las personas con un CI muy alto son las que generalmente, mejores trabajos obtienen, los que más éxito deberían tener en la vida. Sin embargo, muchas veces nos encontramos en las aulas a niños con grandes capacidades intelectuales que no son reconocidos e incluso que son considerados como alumnos con “problemas”.
Parece que el éxito social casi siempre se asocia a personalidades extrovertidas, pasionales, abiertas, con gran capacidad de diálogo, de atracción y superación personal. Sin embargo, según un estudio que se hizo ya en los años 50 y que nos ofreció unos datos que a día de hoy parecen seguir cumpliéndose, las personas que sobrepasan un CI de 170 se declaran infelices e insatisfechas. Según ellos mismos afirman, a lo largo de su vida no tomaron las mejores decisiones o bien confiaron en personas que finalmente no los apoyaron, o nunca se sintieron verdaderamente satisfechos por cómo era su vida.
Mayor inteligencia, mayor sensibilidad
Podemos observarlo en los niños. Aquellos alumnos con un CI elevado están pendientes de aspectos que van más allá de los que deberían tener los niños de su edad. Son muy sensibles a los problemas existenciales, parecen constantemente preocupados por temas que el resto ni tan solo perciben. Ello deriva, en ocasiones, en un rechazo social o en una sensación de “estar solos en el mundo”.
Muchos expertos nos indican que los niveles de estrés y ansiedad en los que suelen vivir los niños con altas capacidades o superdotados, son comparables con los de un adulto con muchas responsabilidades.
A mayor inteligencia, mayores “puntos ciegos mentales”
Este aspecto resulta muy curioso. Keith Stanovich, es un profesor de la Universidad de Toronto, un hombre que ha pasado más de una década estudiando a las personas con altas capacidades intelectuales. Según él mismo nos explica, es muy frecuente encontrarnos con las siguientes dimensiones:
La capacidad de tomar decisiones de forma correcta no está relacionada con la capacidad intelectual. Es frecuente ver a personas muy inteligentes preocupadas por cosas aparentemente irracionales que, lejos de aportarles un beneficio, profesional, personal, material o emocional, les perjudica.
Además, presentan lo que él llama “puntos ciegos mentales”. Es decir, a pesar de ser muy sensibles a temas existenciales, no son capaces de practicar una adecuada introspección, de valorar sus errores para enfocar las cosas de un modo más adecuado. Pueden hacer daño a los demás sin darse cuenta, es muy difícil ofrecerles ayuda cuando lo necesitan porque se ven a sí mismos “autosuficientes”. Es decir, se combina una compleja sensación donde el sentirse incomprendidos se suma, además, al no “saber aceptar ayuda”. Dimensiones que, Keith Stanovich, define como puntos ciegos mentales.
¿Qué es mejor? ¿Una alta inteligencia o una adecuada sabiduría?
Obviamente, no podemos decir que todas las personas con un CI muy elevado son infelices. No obstante, un gran porcentaje de ellos presentan problemas de depresión, ansiedad o una infelicidad que no saben muy bien cómo definir, como superar.
Igor Grossman, profesor de la Universidad de Waterloo en Canadá, nos dice que antes de focalizarnos en el valor de la inteligencia, las personas, deberíamos aprender en desarrollar un adecuado concepto de sabiduría, es decir, esa sencilla facultad para saber tomar las mejores decisiones, para saber cuidar mejor de nosotros mismos y de los demás, mediante una adecuada “Inteligencia Emocional”.
Fuente: supercurioso.com
lunes, agosto 31, 2015
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