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lunes, agosto 31, 2015

LOS MUY INTELIGENTES TAMBIEN SUFREN

El lado oscuro de las personas muy inteligentes, casi siempre está habitado por la tristeza, por un vacío existencial que rara vez ofrece una auténtica felicidad a las personas que, por lógica, más éxito social deberían tener. Y sin embargo, no parece ser así. De hecho recordarás, sin duda, el caso de William James Sidis, el hombre más inteligente del mundo pero también el más triste. Un claro ejemplo de cómo, en ocasiones, una alta inteligencia no ofrece felicidad al corazón.

Descubramos cómo puede explicarse este curioso hecho.

Ser muy inteligente no significa saber tomar las mejores decisiones

Nos llama la atención. Habitualmente siempre pensamos que las personas con un CI muy alto son las que generalmente, mejores trabajos obtienen, los que más éxito deberían tener en la vida. Sin embargo, muchas veces nos encontramos en las aulas a niños con grandes capacidades intelectuales que no son reconocidos e incluso que son considerados como alumnos con “problemas”.

Parece que el éxito social casi siempre se asocia a personalidades extrovertidas, pasionales, abiertas, con gran capacidad de diálogo, de atracción y superación personal. Sin embargo, según un estudio que se hizo ya en los años 50 y que nos ofreció unos datos que a día de hoy parecen seguir cumpliéndose, las personas que sobrepasan un CI de 170 se declaran infelices e insatisfechas. Según ellos mismos afirman, a lo largo de su vida no tomaron las mejores decisiones o bien confiaron en personas que finalmente no los apoyaron, o nunca se sintieron verdaderamente satisfechos por cómo era su vida.

Mayor inteligencia, mayor sensibilidad

Podemos observarlo en los niños. Aquellos alumnos con un CI elevado están pendientes de aspectos que van más allá de los que deberían tener los niños de su edad. Son muy sensibles a los problemas existenciales, parecen constantemente preocupados por temas que el resto ni tan solo perciben. Ello deriva, en ocasiones, en un rechazo social o en una sensación de “estar solos en el mundo”.

Muchos expertos nos indican que los niveles de estrés y ansiedad en los que suelen vivir los niños con altas capacidades o superdotados, son comparables con los de un adulto con muchas responsabilidades.

A mayor inteligencia, mayores “puntos ciegos mentales”

Este aspecto resulta muy curioso. Keith Stanovich, es un profesor de la Universidad de Toronto, un hombre que ha pasado más de una década estudiando a las personas con altas capacidades intelectuales. Según él mismo nos explica, es muy frecuente encontrarnos con las siguientes dimensiones:

La capacidad de tomar decisiones de forma correcta no está relacionada con la capacidad intelectual. Es frecuente ver a personas muy inteligentes preocupadas por cosas aparentemente irracionales que, lejos de aportarles un beneficio, profesional, personal, material o emocional, les perjudica.

Además, presentan lo que él llama “puntos ciegos mentales”. Es decir, a pesar de ser muy sensibles a temas existenciales, no son capaces de practicar una adecuada introspección, de valorar sus errores para enfocar las cosas de un modo más adecuado. Pueden hacer daño a los demás sin darse cuenta, es muy difícil ofrecerles ayuda cuando lo necesitan porque se ven a sí mismos “autosuficientes”. Es decir, se combina una compleja sensación donde el sentirse incomprendidos se suma, además, al no “saber aceptar ayuda”. Dimensiones que, Keith Stanovich, define como puntos ciegos mentales.

¿Qué es mejor? ¿Una alta inteligencia o una adecuada sabiduría?

Obviamente, no podemos decir que todas las personas con un CI muy elevado son infelices. No obstante, un gran porcentaje de ellos presentan problemas de depresión, ansiedad o una infelicidad que no saben muy bien cómo definir, como superar.

Igor Grossman, profesor de la Universidad de Waterloo en Canadá, nos dice que antes de focalizarnos en el valor de la inteligencia, las personas, deberíamos aprender en desarrollar un adecuado concepto de sabiduría, es decir, esa sencilla facultad para saber tomar las mejores decisiones, para saber cuidar mejor de nosotros mismos y de los demás, mediante una adecuada “Inteligencia Emocional”.

Fuente: supercurioso.com

lunes, marzo 02, 2015

10 TIPS PARA MOTIVAR LA INTELIGENCIA

Un artículo publicado recientemente en la revista TIME sugiere acciones para motivar la inteligencia. Todas son respaldadas por estudios científicos.

1. LECCIONES DE MUSICA. Niños (y adultos) han dado muestras de crecimiento de su coeficiente intelectual al asistir a ellas.

2. EJERCICIO. Estar en buena forma aumenta la capacidad de aprender.

3. LECTURA. No le lea a sus hijos, lea con ellos. Enfaticen palabras, que participen.

4. DORMIR BIEN. Hacerlo pocas horas deprime el desarrollo neuronal.

5. AUTODISCIPLINA. El coeficiente intelectual no sirve de mucho sin la autodisciplina. Ayuden a generarla.

6. ACTIVIDAD. Experimenten con las cosas de forma activa y no pasiva. Aprenderán mucho mejor haciendo que viendo u oyendo.

7. NUTRICION. Es mejor si comen saludable todo el tiempo, pero si van a consentirse con dulces o grasas que sea cuando van a estudiar y/o trabajar, y no a descansar.

8. ENTORNO. Procuren vivir en un ambiente apacible. Tengan buenas amistades.

9. ESTADO DE ÁNIMO. Las personas felices tienden a concretar sus metas más fácilmente.

10. AUTOCONFIANZA. Crean y confíen en su propia capacidad. Los padres ayudan a fortalecer la confianza.

lunes, febrero 20, 2012

COMO TENER UNA SUPER MEMORIA

La mejor manera de aprender algo es “cogerlo, dejarlo y volver sobre ello”, dijo Joshua Foer (29), "el campeón de la memoria", la memoria más privilegiada de EE.UU.

Madrid (EFE). “La manera de enseñar en los colegios no es inteligente”. Así de claro lo tiene Joshua Foer, el periodista de 29 años con un coeficiente normal que, tras entrenarse durante un año, se convirtió en la memoria más privilegiada de los Estados Unidos.

Foer cuenta esta historia tan real como increíble en “Los desafíos de la memoria”, el libro editado por Seix Barral que se ha convertido en la revelación del año en Estados Unidos e Inglaterra: ha permanecido meses en la lista de más vendidos de “The New York Times”, Amazon lo ha seleccionado entre los mejores de 2011 y está ya en vías de publicación en más de treinta países.

Con aspecto aniñado, sencillo e informal, este joven confesó en una entrevista con Efe que no encuentra motivos de presunción en algunas de sus hazañas, tales como recordar cantidades ingentes de números o barajas de cartas, así como el orden en que se colocan, o memorizar cien caras con sus nombres e incluso con sus datos biográficos en apenas unos minutos.

“Yo no tenía una memoria excepcional entonces ni ahora, simplemente me he entrenado para usarla en ciertos aspectos relacionados con el concurso anual de Estados Unidos”, un certamen que ganó aplicando los trucos nemotécnicos existentes más utilizados y donde fue capaz de vencer a gente que, por ejemplo, puede memorizar más de 1.500 números aleatorios en una hora.

SU HISTORIA

Todo comenzó cuando este periodista, especializado en asuntos científicos, entrevistó a los “campeones de la memoria” y se dio cuenta de que todos habían aprendido sus habilidades a través de reglas nemotécnicas ya conocidas, algunas de las cuales se remontan al año 82 a.C.

En ellas, la clave básica para recordar es la asociación de ideas, el contextualizarlas y, por ello, “no se entiende que en los colegios se enseñen las materias en compartimentos, de forma separada y en bloque”, apuntó.

“Aprendemos algo, nos examinan y nunca volvemos sobre ello, como si fueran realidades separadas, con la consecuencia de que lo olvidamos todo con el paso del tiempo”, comentó.

Foer opinó que se podría hacer “mucho por la enseñanza” trasmitiendo a los menores las reglas nemotécnicas básicas pero también “volviendo una y otra vez sobre los temas, dejándolos y retomándolos hasta que la sabiduría que se aprende esté entrelazada con ideas que formen un todo”.

¿CUÁL ES EL SECRETO?

Este joven se dio cuenta, tras conocer a los “supermemorias”, de que el secreto para recordar una información es separarla en pedazos y vincularla con algo interesante, original, relevante, colorido, extraño, sexual o atrayente, tanto que impida olvidarlo y, después, convertirlo en una “imagen vívida que se pueda visualizar en la mente”.

El autor usa su propio nombre para explicarlo. “Por ejemplo, yo me llamo Joshua Foer. Para recordarlo puedes pensar que la pronunciación de mi apellido suena como el número cuatro en inglés “four” e imaginarte que coges un spray y me pintas ese número en el cuerpo; probablemente siempre que me veas recordarás cómo me llamo”.

Así, lo mejor para no olvidar es relacionar las cosas con algo que uno se imagine y “cuanto más loco o extraño sea, mejor se recordará su imagen visual y, en consecuencia, el concepto o el número que queremos memorizar”, señaló.

Y es que la memoria es “como una máquina que no sabemos utilizar” pero que “tiene sus reglas y son sencillas”. “Es gracioso, no sé por qué no nos enseñan eso”, se preguntó el autor.

Relató también que había hablado con científicos que “se dan golpes contra la pared” ante esta cuestión, porque los métodos con los que la mente almacena la información son “claros” y “se podrían impartir en el colegio”.

Foer consideró que hay “muchas evidencias” de que la mejor manera de aprender algo es “cogerlo, dejarlo y volver sobre ello, con intervalos de espacios que nos permitan irlo relacionando”.

“El método actual de enseñanza es contradictorio con este principio, es una manera no inteligente de enseñar, sabemos que es contrario a cómo funciona nuestra memoria”, concluyó.

http://www.psicologosperu.com/