Los 'sexólicos' pueden dañarse a sí mismos o a terceras personas en situaciones de coacción, abuso sexual o violaciones
A la adicción al sexo se le denominó ninfomanía, en el caso de las mujeres, y satiriasis en el caso de los hombres. En la mitología griega las ninfas eran féminas que acompañaban a los dioses y a los sátiros lujuriosos. Los sátiros eran mitad humanos y mitad carneros amantes de los vinos, las mujeres y de los placeres carnales. En ambos casos, ninfómanas y sátiros definían a las personas hipersexuales capaces de mantener un nivel de deseo y de comportamiento sexual extraordinarios. Hoy en día el manual diagnóstico de enfermedades y trastornos mentales (DSM IV) no lo define como tal. Más bien se habla de disfunciones de Hipersexualidad o de Impulso Sexual Excesivo.
Se trata de una variación sexual y se aplica a aquellas personas cuyo impulso erótico es muy intenso y les impide sentirse satisfechas sexualmente, por lo que desean constantemente actividad sexual. Es prácticamente imposible establecer criterios para decidir cuándo el deseo sexual es excesivo, pero lo que sí está claro es que sí una persona se queja de su pareja, en el sentido de que las demandas son desmedidas, puede desequilibrarse la relación y empujar a la infidelidad y a la separación.
Lo que caracteriza a este tipo de variación sexual es una obsesión por el sexo. A la persona le acompañan constantemente pensamientos y fantasías eróticas que pueden perturbar su funcionamiento habitual. La imposibilidad de saciarse corresponde a una percepción anormal de insatisfacción sexual. El orgasmo, en estos casos, no conlleva a la relajación completa, sino que reaparece inmediatamente el deseo de realizar el coito y la compulsión, es decir, requiere la actuación repetida, frenética y constante del acto sexual.
Un problema de difícil solución es establecer cuando se es "normal" sexualmente, pues varía dependiendo el entorno cultural y social. Sin embargo, cuando una persona adicta al sexo incurre en daños a sí misma o a terceras personas, en situaciones de coacción o abuso sexual, violaciones, en mentir, engañar a otros, o delinquir con el objeto de apaciguar sus impulsivas exigencias, entonces estamos ante un caso patológico que requiere tratamiento profesional y eventualmente judicial. Los tratamientos psicológicos más exitosos para la Hipersexualidad se orientan hacia el enfoque cognitivo-conductual. Un sexólogo decidirá si es necesario o no el uso de psicofármacos para reducir la excitación sexual no deseada. Otros enfoques plantean la posibilidad de análisis y tratamiento psicoterapéuticos. También, existen organizaciones de "sexólicos anónimos" que se pueden encontrar en Internet.