Me imagino que estás muy a menudo de mal humor con tus hijos y les gritas a la mínima. Pero no sé cuál es tu realidad para poder contextualizar las posibles causas de ese explotar con tus hijos: ¿Trabajas y te queda poco tiempo para ellos?¿ No trabajas y estás renunciado a cosas que te empiezan a pesar? ¿Eres madre/padre soltera/o y tienes muchas responsabilidades que te ahogan? ¿Tus hijos son muy pequeños y de edades seguidas, con lo que el trabajo es realmente agotador?
De todas formas, y de forma general, gritar, el mal humor, la ira están expresando algo que estás reteniendo. Algo guardado que te está haciendo daño a ti sobre todo, y también a tus hijos pues ellos pagan las consecuencias. Si tú estás bien, contenta/o, en paz contigo misma/o, con días buenos y días menos buenos pero con una constante de bienestar, entonces también estás bien con tus hijos y tu entorno se beneficia de ello.
Perder los nervios, gritar, enfadarse es inevitable en determinados momentos y ocasiones. Somos humanos y criar es sacrificado, no da tregua, es estar siempre en la entrega a pesar de cómo nos sintamos nosotros. Da igual estemos cansados, o enfermos, o con muchísimo sueño, hemos de estar ahí para ellos. Da igual que tengamos ganas de hacer cosas que nuestros pequeños nos impiden, sin apenas momentos para nosotros, para la pareja, para la vida social, hemos de estar ahí para ellos. Y es cansado, a veces hasta pesado y odiado.
Retener estos sentimientos, no aceptarlos es dañino y se volverá en contra nuestro en cualquier momento. Hay que buscar maneras de abrir la válvula y darle escape: gritar al aire, al espejo, compartirlo honestamente con alguien, patalear, etc. Así nos ocupamos de nuestros temas, de nuestra carga y no hacemos pagar a nadie por ella.
Por otro lado, también es importante saber que tus hijos necesitan de tu presencia y tiempo. Por lo que cuando estés con ellos después de su larga jornada escolar (y posiblemente la tuya laboral), no te líes a hacer mil cosas de la casa.
Baja las expectativas, las obligaciones, la exigencia de tengo que comprar, organizar, los baños, las cenas, etc., pues eso aún te alterará más. Siéntate con ellos, juega un ratito. Si son mayorcitos pide colaboración para hacer la cena, o para guardar la compra. Que el baño no sea un ritual sin disfrute, sino otra ocasión para estar juntos. Ellos te necesitan pero tú también los necesitas para que te abran el corazón, para nutrirte del verdadero valor de las cosas.
Cuando estamos criando no podemos atenderlo todo ni llevar la misma vida sin hijos que con hijos. Hemos de poner el acento, la mirada principal en ellos. Lo demás seguro es secundario y prescindible.
Por: Cristina García
Para educar a un niño en el camino que debe ir, debes seguir tú también ese camino.
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