NIÑO TIRANO. NIÑO MALTRATADOR DE SUS PADRES.
El síndrome del niño emperador es un trastorno que en la mayoría de los casos, lo sufren los niños cuando existe una carencia educativa, son niños con un carácter violento, gritan, insultan a los padres y logran controlarlos e imponer sus exigencias. A medida que crecen, el síndrome se hace más evidente y puede derivar en maltrato y agresiones físicas, aunque hay que decir que en algunos casos los niños ya pegan desde pequeños, se comportan como verdaderos tiranos, es un síndrome complejo y profundo en el que los padres, sin querer, pueden participar activamente.
En toda familia se deben definir las reglas y los límites entre el subsistema conyugal y el subsistema parental, dichos límites permiten proteger los dos subsistemas y evitar que un niño intente salirse con la suya siempre que lo desee. Llamar la atención, intentar controlar la situación, obtener todo lo que desean, estas son algunas de las metas de quienes padecen el síndrome del niño emperador. Puede parecer fácil pero no lo es, lamentablemente las familias han evolucionado, la democratización familiar, los cambios de la estructura de la familia (familias divorciadas, monoparentales, reestructuradas)… un conjunto que forma un cóctel que ha eliminado el modelo patriarcal del subsistema parental. Seguramente más de un lector podrá percibir que cuando era pequeño, respetaba mucho más a su padre, la educación era más rígida y estaban perfectamente definidos los subsistemas mencionados.
El perfil de un niño tirano o con síndrome del niño emperador se caracteriza por ser un niño contestatario, inteligente, rápido, no acepta el límite de su autonomía y cuando no obtiene lo que desea se frustra y estalla. Lamentable actuación cuando los padres son afectuosos e intentan dedicar atención a los niños, les hablan como a iguales y les justifican todas las decisiones tomadas, es lo que decíamos antes, la democratización de la familia. Puede verse como algo positivo, pero recordemos que son niños y que pueden confundir la democratización con la creencia de tener derechos que en realidad todavía no poseen.
Muchos especialistas en psicología plantean un debate, ¿es el síndrome del niño emperador el resultado de una carencia educativa y formativa?, ¿es un problema en el que están implicados los factores genéticos de naturaleza psicopática?, ¿son simplemente niños malcriados y caprichosos cuyos padres se han excedido en la democratización?, la mayoría de los expertos coinciden en que el síndrome guarda relación con la carencia educacional y la diferenciación de las reglas y límites que antaño predominaban en las familias.
Para el psicólogo criminalista Vicente Garrido, autor del libro ‘Los hijos tiranos. El síndrome del emperador, la explicación es la siguiente: “El elemento esencial del síndrome del emperador es la ausencia de conciencia. Son niños que genéticamente tienen mayor dificultad para percibir las emociones morales, para sentir empatía, compasión o responsabilidad, y como consecuencia tienen problemas para sentir culpa”, además afirma que estos niños tienen problemas para poder empatizar, aprender lecciones de moralidad, tener compasión o ser responsables, del mismo modo tienen problemas para poder sentirse culpables cuando hacen algo incorrecto, al respecto sería interesante retomar la lectura del post inteligencia emocional.
Cuando son más mayores, los niños que padecen el síndrome del niño emperador pueden llegar a fingir que lamentan una situación o un hecho, cuando en realidad le da exactamente igual, está ausente de sentimiento para con sus padres y el resto del mundo. Son niños que se creen con derecho a exigir y recibir, lo peor es que este comportamiento puede terminar derivando en estado adulto a ser agresivos y violentos con sus parejas, amigos, se convierten en delincuentes y fracasados sociales.
El tema es muy extenso y hay muchas opiniones al respecto, también es necesario explicar qué pueden hacer los padres para intentar prevenir el síndrome del niño emperador, atender a los síntomas iniciales, establecer unos limites como decíamos, claros y precisos, no permitir que la democratización se convierta en un modo de que puedan ejercer cierta autoridad, dedicarles más tiempo para que puedan desarrollarse emocional y moralmente, hablar mucho con ellos sobre las consecuencias de determinadas acciones o intentar fomentar la empatía entre otras actuaciones.
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