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viernes, octubre 26, 2018

DÍA 299: EL ELEFANTE ENCADENADO

CREE EN TI
Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales… Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas.

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y,  aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.

El misterio sigue pareciéndome evidente. ¿Qué lo sujeta entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?».

No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.

Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:

El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño. Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.  Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro… Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede.

Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo. Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza…

Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan  libertad. Vivimos pensando que «no podemos» hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no lo conseguimos. Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré.

Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosostros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca.  Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos:

No puedo y nunca podré.

Jorge Bucay

martes, diciembre 15, 2009

NO PUEDO

Mi disco Mental esta Grabado con Mensajes de "no Puedo"

Nuestra mente es como un disco duro en el que se van grabando mensajes y después actuamos conforme a ellos.

Si te insultas con palabras como tonto (a) o estúpido (a) cuando algo no te sale bien, lo que estás haciendo es faltarte al RESPETO y con eso en lugar de corregir tus errores, los agravas porque en tu interior estás creyendo lo que te dices y, por lo tanto, tu conducta es torpe.

Si en cambio, crees en ti, te perdonas cuando te equivocas y tratas de hacer las cosas de otra manera la próxima vez, todo te saldrá mejor. Prueba pensar con amor hacia tu persona.

Además no hay que identificar nuestras conductas con nuestro ser. Por encima de todo, eres una persona maravillosa, que como todas las personas tienes derecho a equivocarte. Si a un amigo lo aprecias no lo insultas. ¿Porqué te insultas tú? Hazte un favor, date un abrazo lo más fuerte posible y di: “gracias por estar conmigo”, “te quiero y valoro porque eres tú mismo (a) ”.

Ahora propónte trabajar en las cosas positivas que tienes como tus talentos (por ejemplo, si te gusta un deporte, escribir, estudiar, etc.) y en tus cualidades como persona, como ser un buen (a) amigo (a), ser sincero(a), paciente, perseverante, etc. Es decir, piensa simplemente en las cosas que te agradan de ti. Cree en ti mismo (a) y en las cosas que puedes lograr. Tú puedes ser tu mejor consejero. La próxima vez que estés a punto de insultarte di: “fue mi conducta la que no me gusto, mi valor como persona es a parte y sigo siendo especial y maravilloso (a).”

“Puedes ser tu mejor amigo y aprender a amarte y cuidarte bien. Y eso es la base para cualquier cosa que quieras ser y hacer en la vida”. (Palmer y Alberti, 1992: 35)

¿No es eso vanidad?

Quererse a sí mismo no es vanidad. Si quieres llevarte bien con los demás y corresponder con amor a tu familia, debes de empezar por ti mismo (a), porque, ¿cómo vas a dar amor o amistad sino lo experimentas primero contigo mismo(a)? Esto no quiere decir que te conviertas en egoísta, tú vales mucho pero también los demás.

Por ejemplo, así como tú puedes pedir que se te respeten tus derechos tales como decir lo que piensas libremente, expresar tus sentimientos, tener intimidad, ser escuchado, poseer el control de tu cuerpo, pedir lo que quieres o tener responsabilidades y saber asumir las consecuencias de tus actos, también los demás poseen tales derechos y debes saber respetarlos.

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