Las peleas entre los padres dejan huella en los hijos
Desde los primeros meses de vida, los bebés perciben la energía y/o el estado de ánimo de las personas que les rodean.
Lo sienten en el contacto físico alterado, en las vibraciones de los gritos que los alteran, generándoles inestabilidad desde muy pequeños.
Cuando los padres discuten o pelean delante de los hijos, ello tiene consecuencias en las conductas de los hijos.
Como los hijos pequeños aún no pueden expresarse del todo como lo hacemos los adultos, para expresar su ansiedad ellos instintivamente recurren a mostrarse inquietos, sentirse temerosos, chuparse el dedo, morderse las uñas, orinarse la cama, dificultades para conciliar el sueño (insomnio, pesadillas, etc.), llantos, gritos, agresividad, etc.
Ya que los padres son el modelo de conducta que a diario ven los hijos, estos van viendo y aprendiendo de sus padres cómo enfrentar y resolver los problemas de la vida diaria, por ejemplo: si los padres solucionan sus dificultades, gritando, pegando, tirando cosas o si lo hacen en forma serena, civilizada, calmada, adulta, madura.
Luego algunos padres no se explican por qué su hijo no se porta bien o se comporta de tal o cual manera no deseada.
Cuando se hace terapia, inclusive en la edad adulta, salen a flote estas experiencias de la infancia que quedan grabadas en el subconsciente de la persona.
Si ha tenido una infancia feliz, los recuerdos de ser llevados de la mano por los padres, los paseos y/o viajes con los padres, las experiencias felices compartidas con los padres, etc., son los que salen a flote y los que les proporcionan estabilidad emocional.
Por el contrario, cuando vienen pacientes afectados por diversos trastornos psicológicos y/o psiquiátricos, al indagar los inicios, las fuentes o las causas, llegamos a la forma disfuncional que vieron cómo se llevaban sus padres y el malestar que les proporcionaban de niños, y que tiene efectos negativos ahora que ya son adultos.
Por lo tanto, teniendo en cuenta la realidad de que definitivamente los padres van a tener desacuerdos y discusiones en la convivencia, se recomienda que aprendan a manejar sus discrepancias de pareja y arreglar sus diferencias ¡a solas los dos!
Es necesario que ambos o uno de los padres sean conscientes para poder aplicar estas ideas:
1) calmarse y hablar en forma pausada, razonable, sin gritar;
2) indicarle al hijo que se retire a otra habitación con cualquier excusa;
3) ambos padres decidir retirarse a discutir en otro ambiente, fuera de casa, en el parque, en el auto, en un restaurante, etc.
De ese modo, los hijos aprenderán sobre tolerancia y respeto mutuo y podrán decir que nunca vieron que sus padres pelearan o que, en todo caso, podían resolver sus desacuerdos en forma inteligente.
Todo esto, como consecuencia, se verá reflejado en el nivel de inteligencia emocional de los hijos.
Si ya ha habido situaciones de agresiones verbales y/o físicas donde se perdió el control, luego hay que calmar a los hijos, disculparse, explicarles que los hijos no tienen la culpa de las peleas de los padres, que los padres no los van a dejar de querer, que todo se va a solucionar y van a estar bien, Y TOMAR MEDIDAS PARA QUE NO VUELVA A SUCEDER.
Si ya se les ha escapado de las manos las discusiones, o para prevenir situaciones más graves, consideren recurrir a la ayuda y/o asesoría de un especialista en Terapia Familiar.