En Lima y Callao, 2 centros del Estado dan tratamiento a más de 50 sentenciados por violencia familiar.
Redactora de Sociedad
Veinticuatro zapatos están alineados en un rincón del salón. En otra de las esquinas, están sus dueños, unos doce hombres que fueron sentenciados por el Poder Judicial por haber agredido a sus parejas. “Al principio lo vi como un castigo y me costó venir. Ahora, estoy empezando a entender lo que hice”, dice Silvio Romero, de 53 años, quien descalzo inicia la terapia a la que asiste desde hace dos meses.
Como Silvio otros 55 hombres considerados violentos asisten una vez por semana al Centro de Asistencia Institucional (CAI) del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), ubicado en Breña. En este centro son atendidos por especialistas para evitar que su agresividad pueda concluir en feminicidio. “Trabajamos en grupos para que empiecen a reconstruir su mundo y desterrar la ira y la violencia”, cuenta el coordinador del CAI, Óscar Huacho Arroyo.
Esta rabia es la que César trata de apaciguar desde hace un año. Con una formación militar a cuestas, César tiene una lucha diaria con sus emociones. Hace dos años estuvo a punto de matar a golpes a su esposa luego de enterarse que le había sido infiel. Ahora se siente tan culpable que al recordarlo la voz se le quiebra y los ojos se le llenan de lágrimas. “Me enteré de que me engaño y la castigué. La golpeé y tenía ganas de matarla, pero pensé en mis hijos”, recuerda.
César dice haber aprendido a controlar esa rabia que le enciende la sangre cada vez que tiene una discusión. “Cuando me da calor a la cara y me sudan las manos, digo ya vengo, salgo y como una hora después regreso y pregunto si puedo seguir conversando”, precisa. Ahora, dice, sabe perdonar y ha decidido retomar la relación con su esposa y demostrarle que ha cambiado.
UNA TERAPIA QUE CUESTA
Los doce hombres descalzos se ponen de pie. “Agárrense de las manos y mírense fijamente”, dice Huacho casi susurrando. Unas risas nerviosas rompen el silencio. “No estamos acostumbrados a esto”, replica otro de los asistentes intentando no soltar las manos de su compañero.
“Lidiar con emociones no es fácil. Hay usuarios que están un mes y luego deciden no venir porque no pueden abandonar el machismo con el que fueron criados”, agrega Huacho.
Este es el principal problema del programa. Pese a ello, tanto el CAI de Breña como el de Carmen de la Legua, en el Callao, han recibido a 470 sentenciados desde el 2010. La mayoría de agresores que asiste a los CAI, tiene entre 36 a 45 años de edad. El alcohol y drogas, así como los celos, son los detonantes de sus conductas agresivas.
¿Cuánto pueden cambiar los sentenciados? Según el MIMP, se necesita por lo menos un año de terapias para ver cambios. “Es un proceso largo, lo que también incluye algunas recaídas”, sentencia Huacho.
Fuente: http://elcomercio.pe/lima/ciudad/hombres-violentos-llevan-terapia-evitar-feminicidios-noticia-1720940