por Fernando A. Navarro
Cada nueva realidad trae consigo palabras específicas que debe conocer y usar quien quiera describirla, comentarla o relatarla a los demás. La pandemia coronavírica de este año, lógicamente, las ha traído por millares: cerca de cinco mil términos, por ejemplo, contiene el Glosario de covid-19 (inglés-español) de Tremédica y Cosnautas. Muchos de ellos son de uso restringido al ámbito especializado, pero otros circulan ampliamente también entre la población general.
Pueden ser palabras que ya estaban recogidas en los diccionarios generales, pero que ahora pasan a estar en boca de todos; y el hablante medio, como es lógico, se pregunta por su significado exacto o duda a la hora de escribirlas.
Se calcula que la página web del Diccionario de la lengua española recibe entre uno y tres millones de consultas diarias, y el «Registro de consultas» de la RAE permite saber cuáles son las palabras más buscadas en un momento dado.
Entre la lista de palabras más buscadas en marzo y abril, es fácil espigar medio centenar de términos estrechamente vinculados, de un modo u otro, a la covid-19: afectar, altruismo, análisis, asepsia, asintomático, barbijo, bulo, casa, cepa, confinamiento, contagiar, contingencia, cuarentena, cuidar, diezmar, disnea, empírico, endemia, enfermedad, epidemia, exacerbar, febrícula, fómite, héroe, hipocondría, hisopo, infectar, infestar, inocuo, intubar, lavar, lejía, letargo, mascarilla, medicar, médico, mitigar, moratoria, morbilidad, morgue, murciélago, neumonía, pandemia, pangolín, ralentizar, remitir, resiliencia, resistir, salud, sesgo, solidaridad, tapaboca, triaje, virólogo, virtual, virus, vulnerable.
También se buscaron, por supuesto, tecnicismos, neologismos, localismos y extranjerismos no incluidos (¿aún?) en el diccionario de la RAE: apanicar, coronavirus, covid, cuarentenar, cubrebocas, desconfinamiento, desescalada, disforia, encuarentar, EPI, ERTE, google, guasap, infodemia, nasobuco, odinofagia, online, rinorrea, sanitizar, seroprevalencia, tamizaje y videollamada.
Los hablantes, aparte, siguen creando nuevas palabras para describir la realidad que los rodea, también en tiempos de pandemia. Algunos de estos neologismos covidianos se proponen seriamente de arriba abajo y con ánimo perdurable, como el propio término covid-19 (acuñado el pasado 11 de febrero), la infodemia de la OMS, las arcas de Noé anunciadas por las autoridades como lazaretos de aislamiento para pacientes leves o asintomáticos, o los puestos de covid‑auto para hacer posible el cribado rápido sin bajar del coche. En su mayoría, no obstante, y como ya he comentado en el «Laboratorio del lenguaje» de Diario Médico, son de origen popular, humorísticos y pensados como flor de un día.
Si en inglés los hablantes de a pie dieron en llamar al SARS-CoV-2 the rona o Miss Rona (por abreviación de corona), entre nosotros hemos visto nacer también alias coloquiales como coronabicho, cabronavirus, carallovirus, cojonavirus (o acojonavirus), confinavirus, coñazovirus, cornavirus, coronito y covicho (o cobicho).
Destacan por su productividad los prefijos covi- y corona-, usados en neologismos más o menos jocosos como coronaplausos, coronabonos, covichivatos, coronacoma (económico), coronacrisis, covidiccionario, covidivorcio, coronafiestas, coronafobia o covidofobia, coronapijos, covídeo y coronaburrirse (prácticamente cualquier palabra, como puede verse, es coronable en estos covidías).
Quienes se coronaburren, por cierto, son llamados coronaburros, mientras que para otros los coronaburros (también llamados covidiotas o coronajetas) son quienes no se toman en serio la pandemia y ponen en riesgo la salud colectiva con sus irresponsabilidades: no respetar la sana distancia social, desobedecer las órdenes de confinamiento, difundir noticias falsas, acaparar más alimentos o productos de los que realmente necesitaban, etcétera.
De forma simultánea, nuestras ventanas y terrazas se poblaron de balconazis o policías de balcón, torquemadas autoproclamados que se dedicaban a insultar o acusar públicamente (a veces, incluso humillar, intimidar, vejar o agredir) a los coronaburros que salían a la calle durante el confinamiento o no llevaban mascarilla, pero también a abnegados vecinos expuestos al coronavirus por motivos laborales.
En la nueva normalidad instaurada a partir del 21 de junio (que algunos prefieren llamar nueva anormalidad o, por considerarla peor que la vieja, nueva subnormalidad), los covidiotas se han transformado en mascaridiotas o mascaritontos que ―con razón o sin ella― se niegan en redondo a enmascarillarse o llevan la mascarilla de un modo que la hace ineficaz: con la nariz fuera, por debajo de la barbilla, en la nuca, colgando de una oreja, en el codo, etcétera.
Los neologismos chistosos son incontables: desde las vinollamadas o birrallamadas para quedar por Internet a tomar una copa con los amigos hasta la generación de cuarenténials, corónials o pandémials (que para unos está formada por quienes hemos padecido esta pandemia, mientras que para otros lo estará por quienes nazcan nueve meses después del confinamiento, en el coronababy boom que anuncian para Navidades), pasando por los perreros (que sacaban a pasear al perro un montón de veces al día para escapar del confinamiento), los cuñavirus (que en un pispás pasaron de no saber una palabra de virología ni epidemiología a ir dando lecciones, cuando no a ejercer directamente de epimiedólogos o de bulócratas), las más-carillas (que se dispararon de precio durante los primeros meses de pandemia) y la depresiva cuarempena que aquejó a tantas personas recluidas sin poder salir de casa ―algunas, muertas de panicovid― en la nueva covidianidad.
Cuando el confinamiento, inicialmente decretado por dos semanas, empezó a prorrogarse una y otra vez, se convirtió en sinfinamiento; que unos aprovecharon para hacer ejercicio físico (crossfinamiento o cuarentrena); otros, para darle al alcohol (convinamiento), ya fuera en soledad o en compañía a través de Zoom (convidamiento por vinollamada; por ejemplo, con ocasión de celebrar un zoompleaños); otros, para el guisoteo (cocinamiento) o el horneado de pan casero (pan-demia); muchos, en fin, para vaguear y practicar el sillombol; lo cual, unido a la proliferación de repostería casera y al constante picar entre horas (con lo que el día pasaba a ser una desayualmueriendena continua), supuso para algunos un auténtico confitamiento con varios kilos de más. No es de extrañar que algunos hayan propuesto rebautizar año dos mil vientre a este pandémico 2020.
El tiempo dirá, en fin, si alguno de estos sesenta y tantos neologismos populares ―y otros por el estilo que siguen brotando en pandemia un día sí y otro también―llega a ser algo más que efímero entretenimiento para sobrellevar los tiempos pasados de cuarenpena y presentes de nueva anormalidad.
Fuente: www.efesalud.com