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lunes, octubre 29, 2018

DÍA 302: LA TERRIBILITIS Y LA NECESITITIS CAUSAN DEPRESION

Rafael Santandreu (Barcelona, 1969) es psicólogo, escritor superventas y autor de neologismos como terribilitis o necesititis, que apuntalan su «filosofía de los más fuertes y felices». Después de "El arte de no amargarse la vida y Ser feliz", publica "Nada es tan terrible".

¿Somos una sociedad más mental o más emocional?
Somos supermentales. Y eso no tiene nada de malo. El problema es que pensamos mal. Todo pensamiento provoca emociones. Y como tenemos un diálogo interno irracional, tenemos un sistema emocional de pena.

¿Es culpa nuestra la depresión o la ansiedad?
Sí, la depresión, por ejemplo, te la provocas tú con tu diálogo interno, aunque no te des cuenta. Cuesta mucho deprimirse: solo si te esfuerzas mucho lo conseguirás.

Para lectores que no conozcan su terminología: ¿qué es la terribilitis?
Es la enfermedad del siglo XXI: la tendencia a calificar de terribles pequeñas adversidades: que me deje la novia, que el jefe me eche una bronca... Las personas más fuertes y felices no terribilizan por nada. Hay cosas que no les gustan, pero aún así, pueden ser bastante felices siempre.

¿Y la necesititis?
La esposa de la terribilitis; es la idea de que necesitamos mucho para estar bien, para ser una persona decente: un buen empleo, ser guapo, extrovertido, delgado y diez mil cosas más. O, de lo contrario, ¡eres un fracaso total!

El pensamiento determina las emociones. ¿Controlar esos pensamientos no puede derivar en otra forma de obsesión o neurosis?
No porque cuando piensas bien -sin necesititis ni terribilitis- no temes a nada, todo fluye, estás tranquilo, te encanta razonar y crear. Incluso resolver problemas.

¿En qué es mejor nuestra forma de afrontar la vida que la de nuestros abuelos? ¿Y en qué peor?
En lo importante, nuestros abuelos tenían una filosofía de vida mucho mejor. No se exigían locamente como nosotros: estar delgados, haber viajado, tener éxito... La vida era mucho más sencilla y ellos, simplemente, mucho más felices. El índice de depresión y ansiedad era del 1%. Ahora es del 30%.

A menudo se reprocha a los niños que no tienen resistencia al fracaso. ¿La tienen sus padres a la hora de educar?
Los padres actuales educan fatal. En nuestros abuelos, nuevamente, tenemos un mejor modelo. Hay que devolver al niño la responsabilidad de sus cosas. No protegerlos tanto. Por ejemplo, si un niño no quiere estudiar a la edad de 14 años, debería empezar a trabajar automáticamente. Pero sin broncas, como parte natural de la vida: si no estudias, pues trabajas. Lo normal.

¿De dónde nace tanta autoexigencia?
De la sociedad actual se basa en el lema: «¡Cuanto más mejor!» Y no nos damos cuenta, pero paulatinamente nos insuflan autoexigencias. ¡Y nos las creemos! La gente se siente un gusanos por nimiedades como «estar gordo», «ser tímido» o «no tener éxito» cuando todo eso son absurdeces.

¿Qué figuras o profesiones están sobrevaloradas en esta sociedad?
Nuestra sociedad ensalza gente exagerada como, por ejemplo, Kilian Jornet, un joven catalán que sube las montañas más altas corriendo. En la época de nuestros abuelos, lo hubiesen enviado a un sanatorio para que se calmase. El ser humano racional es el que ama, el que se protege, el que cultiva el equilibrio, la risa y el juego.

 ¿Cuánto hay de autoayuda en la religión?
Mucho porque está llena de cogniciones que nos armonizan, nos ayudan a vivir mejor. Pero siempre que sea vivida de forma auténtica, yendo a las raíces. Fíjate que San Francisco de Asís ya era un combatiente de la necesititis. Al final de su vida, dijo: «Cada vez necesito menos cosas y las pocas que necesito, las necesito muy poco».

¿Qué tiene de bueno 'perder el tiempo'? ¿Hay que saber aburrirse?
En la actualidad, tenemos fobia al aburrimiento cuando es una cosa buenísima. El aburrimiento, en realidad, es creativo, dulce, armonizador. Como la rutina. Hoy en día, la gente se queja de la rutina, cuando es algo genial.

¿Hay mucho farsante en esto del crecimiento personal? ¿Cómo detectarlos?
¡Sí! Una buena manera de cribar es la siguiente: fíjate en profesionales que se ocupan de casos serios como el trastorno obsesivo-compulsivo o los ataques de pánico. Porque ahí es donde se aprende de verdad a dominar la mente. Los demás hablan sin conocimiento: sólo han oído campanas.

¿No es paradójico que la sociedad más autoconsciente de sí misma, la que más vive por y para la imagen sea la que más problemas sufra en ese sentido?
Las redes sociales son una muestra más de la locura a la que se dirige el mundo: la hipercomunicación, una muestra más de hiperexigencia. Volviendo a nuestros abuelos: ellos sacaban una silla a la calle a ver pasar la gente. Fíjate en la diferencia de actividad. Es incomprensible como la gente puede estar conectada al instagram, Facebook y twiter y no darse cuenta de que eso destroza los nervios.

¿Usted podría vivir con agua y comida y nada más para ser feliz?
¡Pues claro! Y tú también. Es lo más normal del mundo.

Si ni una ruptura, un divorcio, la muerte de un familiar o cualquier tragedia no debería alejarnos de la felicidad, ¿la vida no sería terriblemente monocorde?
No, porque la persona racional es feliz aunque, muchas veces, tiene penas, enfados y demás, pero duran muy poco y, en el fondo, sigue gozando de la vida. Es decir, hay retos y adversidades, pero lo bueno es comparativamente inmenso.

¿Qué les diría a quienes han perdido su casa o un familiar en las inundaciones de Mallorca?
Que absolutamente todos tendremos grandes pérdidas a lo largo de la vida. Nadie se libra de eso. Pero la diferencia está en nuestro diálogo interno. Stephen Hawking, el científico en silla de ruedas, se decía que su parálisis era una pequeña adversidad. Y que aún podía hacer cosas valiosas por sí mismo y por los demás. Esa idea le hacía ser feliz y productivo.

¿Cómo nos reprogramamos?
Tienes que revisar tu diálogo interno diario y cambiarlo con decisión. Todos los días, las pequeñas quejas, lo que sea. Pero con argumentos, como si tuvieses a Stephen Hawking delante.

Fuente: Marcos Torío de www.elmundo.es