miércoles, noviembre 09, 2011

EL SINDROME DE CAPERUCITA ROJA

Las niñas tienen un año y medio, y han comenzado a padecer, mejor dicho, a hacernos padecer, "El síndrome de Caperucita". ¿En qué consiste? Básicamente, en que hacen su santa voluntad, que esta suele consistir en hacer lo que resulte más peligroso para ellas.

Ya no me vale decir, vamos aquí o allí. Ni hablar. Ahora, si les gusta donde vamos, vale, pero en caso contrario: el berre, la negativa, y consiguiente protesta están aseguradas. Ya saben que quieren ponerse las zapatillas para andar por casa, que no quieren perder más tiempo poniéndose leotardos y zarandajas por el estilo, y eso es lo de menos.

Eso no es lo que me preocupa, lo que me asusta de verdad, es que siempre escojen el camino más difícil, y peligroso para hacer las cosas. Para llegar a un rincón de la casa, tienen que ir a través de la zona más estrecha, que además será donde se encuentren casi todos los enchufes. Si hay que perseguir a una paloma, lo harán por donde puedan caerse con más facilidad, y si deciden subirse a algún sitio, lo harán al más inestable que encuentren.

Y pienso yo, que eso, ni más ni menos era lo que hacía Caperucita Roja, su madre le dijo "hija mía, no vayas por el bosque", y ella, ignoró a su santa madre, e hizo lo que le dio la gana. Para que luego los Grimm y compañía le echasen la culpa al Lobo. Pues no, aquel mamífero carnicero de un metro aproximadamente desde el hocico hasta el nacimiento de la cola, y de seis a siete decímetros de altura hasta la cruz, pelaje de color gris oscuro, cabeza aguzada, orejas tiesas y cola larga con mucho pelo (según el diccionario RAE), fue una víctima más de la arbitraria voluntad de esta jovencita aficionada a los disfraces. Ella decidió ir por el peor camino, charlar con el lobo, apostar con él, decirle a donde iba, jugar a ver si era o no la abuelita (Caperu, chica si no te diste cuenta, cuando entraste la casa de tu abuela, de que era un lobo como un castillo, es que ves menos que una foto en un baúl), y encima insultarlo diciéndole que tenía una boca muy grande. ¿Quien provocó el conocido incidente? ¿quien? Yo os lo diré, Caperucita.

Pues bien, como la niña del cuento, mis gemelas han decidido que ellas tienen voluntad propia y van a ejercerla, sin importar los peligros que nos acechen. El libre albedrío ha hecho presa en mis gemelas. ¡Que Dios nos coja confesados!.

http://vidaobraymilagros.blogspot.com/2008/05/el-sndrome-de-caperucita.html

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Lo primero que NO debes hacer, si deseas publicar, es seguir arrastrando el síndrome de Caperucita Roja en la jungla editorial, es decir, abandonar toda ingenuidad al suponer que enviando tus originales a cualquier empresa editora ya está el asunto resuelto, porque la cosa no funciona así. Sin embargo el caperucitismo lo hemos padecido todos en nuestros comienzos, y lo seguiremos padeciendo, porque es como el sarampión, o sea, obligatorio, no te preocupes.




Fuente: http://www.estrellacardonagamio.com/sindromecaperucitaroja.html

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A diferencia de otras pandemias, el VIH/SIDA afecta a quienes le abren voluntariamente las puertas de su vida. Muchos de los casos diagnosticados en los últimos años dominaban los conocimientos necesarios para evitar el contagio, pero no creyeron tener “tan mala suerte”

Caperucita Roja avanza despreocupada. Su mamá le advirtió muchas veces acerca del Lobo Feroz, pero ella no piensa renunciar a los placeres de atravesar el bosque. De todas formas, su “destino” es ir a casa de la abuelita.

¿Que hay otro camino más seguro…? Sí, está bien, pero no es tan bonito como este, ni tan apasionante, ni tiene el innegable atractivo de lo prohibido, que dispara la adrenalina por su impulsivo cuerpo adolescente.

Además, con tantos kilómetros cuadrados de floresta ¿va a dar la casualidad de que el lobo esté por aquí en estos momentos? Bien boba es su mamá si cree que ella no va a reconocer a esa horrible fiera desde mucho antes de que se le acerque, y entonces ¡zas!, ella saltará a un lado con pericia para evitar la mortal mordida, y lo dejará pasmado en el sitio…

El clásico diálogo envolvente entre Caperucita y el lobo ha sido materia de plagio en centenares de chistes, obras de teatro o dibujos animados, y en todos la imprudente niña se salva de su ¿perseguidor? por un golpe de suerte.

Tal vez por eso el intento de transmitir a las nuevas generaciones la moraleja del cuento —que no es otra que la de evitar riesgos innecesarios desconfiando de las apariencias—, se ve tristemente opacada por el inoportuno cazador, aparecido “de la nada” para deshacer un enredo que cualquiera con dos dedos de frente sabe irreversible.

En la vida real, un nuevo virus-lobo, simulador y voraz, engatusa a sus víctimas a través del placer y esconde su fea nariz tras el ropaje de seres cercanos o deseables, supuestamente tan inocentes como una abuelita... ¿Y quién salva entonces a los desprevenidos frente al VIH/SIDA?

http://www.walterlippmann.com/docs486.html

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A ver... El síndrome este, es algo que todos padecemos.
Hombres y mujeres.

La mujer está desde pequeña, educada a ser vírgen el mayor tiempo posible, pura, inalcanzable, intocable... y sin embargo, la moda adolescente no acompaña estos valores, y les enseña a mostrarse, a exhibirse, escotes, faldas cortas, medias de red, tacos altos...

Estas dos cosas no son compatibles, y "caperucita" sabe, y muuuy bien, que tiene dos caminos... y que en el camino corto está el "lobo". Y toma el camino corto. Y le muestra al lobo su calza apretada, y su corpiño de encaje. Pero ojo. Ella no va a hacer nada. Solo mostrarse.

Por su lado el lobo, está educado a atacar a todas las presas, y cuanto más sean, mejor. A ir directo al grano. Al sexo.

En fin, esto causa problemas... ¿no?

http://lolatusexologa.blogspot.com/2010/03/el-sindrome-de-caperucta-roja.html

http://www.psicologosperu.com/

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