¿Es posible que un heterosexual "se haga" homosexual temporalmente?
Las drogas y el alcohol ayudan a la desinhibición sexual y muchas personas las utilizan para facilitar sus encuentros sexuales y enfatizar placer. ¿Es posible que un heterosexual se haga homosexual temporalmente? Sí, es posible, y una de las formas para que esto suceda es bajo los efectos de las drogas. Aunque muchos hombres quieran evitar la idea de que les gustan personas del mismo sexo, en el interior esto es real y les sale su gay interno solamente cuando están drogados. Los highsexuales son las personas que son heterosexuales y temporalmente gays cuando están drogados. High se utiliza para indicar que una persona está “drogada” en inglés y por ello la razón del término. Estos hombres, la mayoría de las veces no se refieren a ellos mismos como homosexuales, gays o bisexuales; al contrario, buscan mantener y resaltar su masculinidad y por supuesto, su estilo de vida heterosexual. El término highsexual se ha utilizado para referirse a este tipo de encuentros sexuales desde hace algunos años y empezó a viralizarse por medio de Internet cuando se abrió un foro de discusión con la duda de quiénes se sentían atraídos por otros hombres solamente bajo el efecto de drogas, específicamente con la marihuana. El foro de discusión se inició en el sitio Reddit cuando un usuario publicó “la hierba me hace temporalmente gay. ¿Alguien más?” Y después confesó: Me siento muy atraído por las chicas y para nada por los hombres cuando estoy sobrio, pero cuando estoy bastante drogado y llega el subidón sólo quiero un pene grande para chupar. ¿Alguna otra persona tiene los mismos efectos? Sólo por curiosidad, no es que realmente me moleste ya que todavía estoy atraído por las chicas mientras me drogo, pero a veces me siento extrañado por amigos varones con los que normalmente no me siento atraído. Después de esta publicación, muchos usuarios empezaron a responder en el foro explicando que esta preferencia se llamaba highsexual, y absolutamente todos los involucrados estuvieron de acuerdo con que eso no era ningún problema. Otros usuarios aprovecharon el foro para difundir información falsa sobre cómo las drogas pueden “convertirte” en homosexual y evidentemente, para insultar a aquellas personas que forman parte de la comunidad LGBT. Sí, es una realidad que las drogas y el alcohol ayudan a la desinhibición sexual y muchas personas las utilizan para facilitar sus encuentros sexuales y enfatizar placer, pero éstas no poseen ningún poder y mucho menos una reacción para modificar las preferencias sexuales de las personas. Fuente: culturacolectiva.com
LA FELICIDAD DEPENDE DE UNO Uno planta su propio jardín y decora su propia alma en lugar de esperar a que alguien le traiga flores. Cada dolor contiene una lección. Deja de lamentar aquello que ni posees y celebra lo que tienes. Un libro es un jardín que puedes llevar en el bolsillo. El cuerpo llora lo que los ojos no quieren derramar. Un pájaro no canta porque tiene una respuesta. Canta porque tiene una canción. A menudo gastamos el 97% del tiempo disponible para discutir el problema y sólo queda el 3% para la búsqueda de soluciones; Pero si ya conoces el problema, ¿no crees que sería mejor utilizar el 3% para actualizar los aspectos del problema y gastar el 97% del tiempo buscando la solución? Sirve tanto el sol como la lluvia para hacer un arco iris. Sirven tanto la suerte como las dificultades para forjar un verdadero ser humano. El que tiene comprensión y sabiduría no concibe hacerse daño a sí mismo ni a otro, ni hacerse daño entre ambos. Más bien, él está empeñado en su propio bien, en el bien del otro, en el bien de ambos, en el bien de todo el mundo. Para una persona inteligente y sabia, los errores y fracasos de hoy son el fundamento de la sabiduría del mañana.
Rafael Santandreu (Barcelona, 1969) es psicólogo, escritor superventas y autor de neologismos como terribilitis o necesititis, que apuntalan su «filosofía de los más fuertes y felices». Después de "El arte de no amargarse la vida y Ser feliz", publica "Nada es tan terrible". ¿Somos una sociedad más mental o más emocional? Somos supermentales. Y eso no tiene nada de malo. El problema es que pensamos mal. Todo pensamiento provoca emociones. Y como tenemos un diálogo interno irracional, tenemos un sistema emocional de pena. ¿Es culpa nuestra la depresión o la ansiedad? Sí, la depresión, por ejemplo, te la provocas tú con tu diálogo interno, aunque no te des cuenta. Cuesta mucho deprimirse: solo si te esfuerzas mucho lo conseguirás. Para lectores que no conozcan su terminología: ¿qué es la terribilitis? Es la enfermedad del siglo XXI: la tendencia a calificar de terribles pequeñas adversidades: que me deje la novia, que el jefe me eche una bronca... Las personas más fuertes y felices no terribilizan por nada. Hay cosas que no les gustan, pero aún así, pueden ser bastante felices siempre. ¿Y la necesititis? La esposa de la terribilitis; es la idea de que necesitamos mucho para estar bien, para ser una persona decente: un buen empleo, ser guapo, extrovertido, delgado y diez mil cosas más. O, de lo contrario, ¡eres un fracaso total! El pensamiento determina las emociones. ¿Controlar esos pensamientos no puede derivar en otra forma de obsesión o neurosis? No porque cuando piensas bien -sin necesititis ni terribilitis- no temes a nada, todo fluye, estás tranquilo, te encanta razonar y crear. Incluso resolver problemas. ¿En qué es mejor nuestra forma de afrontar la vida que la de nuestros abuelos? ¿Y en qué peor? En lo importante, nuestros abuelos tenían una filosofía de vida mucho mejor. No se exigían locamente como nosotros: estar delgados, haber viajado, tener éxito... La vida era mucho más sencilla y ellos, simplemente, mucho más felices. El índice de depresión y ansiedad era del 1%. Ahora es del 30%. A menudo se reprocha a los niños que no tienen resistencia al fracaso. ¿La tienen sus padres a la hora de educar? Los padres actuales educan fatal. En nuestros abuelos, nuevamente, tenemos un mejor modelo. Hay que devolver al niño la responsabilidad de sus cosas. No protegerlos tanto. Por ejemplo, si un niño no quiere estudiar a la edad de 14 años, debería empezar a trabajar automáticamente. Pero sin broncas, como parte natural de la vida: si no estudias, pues trabajas. Lo normal. ¿De dónde nace tanta autoexigencia? De la sociedad actual se basa en el lema: «¡Cuanto más mejor!» Y no nos damos cuenta, pero paulatinamente nos insuflan autoexigencias. ¡Y nos las creemos! La gente se siente un gusanos por nimiedades como «estar gordo», «ser tímido» o «no tener éxito» cuando todo eso son absurdeces. ¿Qué figuras o profesiones están sobrevaloradas en esta sociedad? Nuestra sociedad ensalza gente exagerada como, por ejemplo, Kilian Jornet, un joven catalán que sube las montañas más altas corriendo. En la época de nuestros abuelos, lo hubiesen enviado a un sanatorio para que se calmase. El ser humano racional es el que ama, el que se protege, el que cultiva el equilibrio, la risa y el juego. ¿Cuánto hay de autoayuda en la religión? Mucho porque está llena de cogniciones que nos armonizan, nos ayudan a vivir mejor. Pero siempre que sea vivida de forma auténtica, yendo a las raíces. Fíjate que San Francisco de Asís ya era un combatiente de la necesititis. Al final de su vida, dijo: «Cada vez necesito menos cosas y las pocas que necesito, las necesito muy poco». ¿Qué tiene de bueno 'perder el tiempo'? ¿Hay que saber aburrirse? En la actualidad, tenemos fobia al aburrimiento cuando es una cosa buenísima. El aburrimiento, en realidad, es creativo, dulce, armonizador. Como la rutina. Hoy en día, la gente se queja de la rutina, cuando es algo genial. ¿Hay mucho farsante en esto del crecimiento personal? ¿Cómo detectarlos? ¡Sí! Una buena manera de cribar es la siguiente: fíjate en profesionales que se ocupan de casos serios como el trastorno obsesivo-compulsivo o los ataques de pánico. Porque ahí es donde se aprende de verdad a dominar la mente. Los demás hablan sin conocimiento: sólo han oído campanas. ¿No es paradójico que la sociedad más autoconsciente de sí misma, la que más vive por y para la imagen sea la que más problemas sufra en ese sentido? Las redes sociales son una muestra más de la locura a la que se dirige el mundo: la hipercomunicación, una muestra más de hiperexigencia. Volviendo a nuestros abuelos: ellos sacaban una silla a la calle a ver pasar la gente. Fíjate en la diferencia de actividad. Es incomprensible como la gente puede estar conectada al instagram, Facebook y twiter y no darse cuenta de que eso destroza los nervios. ¿Usted podría vivir con agua y comida y nada más para ser feliz? ¡Pues claro! Y tú también. Es lo más normal del mundo. Si ni una ruptura, un divorcio, la muerte de un familiar o cualquier tragedia no debería alejarnos de la felicidad, ¿la vida no sería terriblemente monocorde? No, porque la persona racional es feliz aunque, muchas veces, tiene penas, enfados y demás, pero duran muy poco y, en el fondo, sigue gozando de la vida. Es decir, hay retos y adversidades, pero lo bueno es comparativamente inmenso. ¿Qué les diría a quienes han perdido su casa o un familiar en las inundaciones de Mallorca? Que absolutamente todos tendremos grandes pérdidas a lo largo de la vida. Nadie se libra de eso. Pero la diferencia está en nuestro diálogo interno. Stephen Hawking, el científico en silla de ruedas, se decía que su parálisis era una pequeña adversidad. Y que aún podía hacer cosas valiosas por sí mismo y por los demás. Esa idea le hacía ser feliz y productivo. ¿Cómo nos reprogramamos? Tienes que revisar tu diálogo interno diario y cambiarlo con decisión. Todos los días, las pequeñas quejas, lo que sea. Pero con argumentos, como si tuvieses a Stephen Hawking delante. Fuente: Marcos Torío de www.elmundo.es
Para las parejas tan ansiosas de renunciar y tirar la toalla en sus relaciones porque no todo está "perfecto", aquí hay algo de material para pensar. El compromiso a lo largo de toda la vida no es lo que la mayoría piensa que es. No es despertar cada mañana para hacer el desayuno y comer juntos. No es acurrucarse en la cama hasta que los dos se duerman, pacíficamente, por la noche. No es una casa limpia llena de risas y hacer el amor, todos los días. Es alguien que te roba todas las cobijas ¡y ronca! (resaltando ello: R O N C A) A veces puede ser un portazo y unas palabras duras. Es estar constantemente en desacuerdo y quedarse horas en silencio hasta que sus corazones se curen después de una discusión... y, entonces... ¡Perdón! (¡Qué difícil puede ser decirlo en voz alta!). Es volver a casa a ver a la misma persona ¡todos los días! Y tal vez no tenga el mismo aspecto físico de aquella primera vez que lo conociste. Es saber “casi” todo acerca del otro y reconocer nuestros errores. Es que se preocupen por ti a pesar (y a causa de) quién eres. Es el reírse (¡y reír duro!) sobre la única vez que accidentalmente hiciste algo estúpido. Se trata de ropa sucia y camas deshechas sin un dedo apuntando. Se trata de ayudarnos el uno al otro con el duro trabajo de la vida. Se trata de tragar las molestas palabras en lugar de decirlas en voz alta. Se trata de comer la comida más barata y fácil que puedes hacer, sentarse juntos en una hora tardía porque los dos tuvieron un día loco. Es cuando tienes una crisis emocional y tu amor se acuesta contigo y te sostiene, te dice que todo va a estar bien... y tú les crees. Se trata de seguir amando a alguien a pesar de que, a veces, te vuelve absolutamente loco. Amar a alguien no es fácil.... a veces es extremadamente difícil; pero es increíble, reconfortante y una de las mejores cosas que alguna vez has experimentado. *Si tienes suerte de tener un compañero maravilloso en la vida, entonces copia y pega este post con una foto de los dos.
Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales… Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas. Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir. El misterio sigue pareciéndome evidente. ¿Qué lo sujeta entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?». No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez. Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño. Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él. Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro… Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede. Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo. Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza… Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos pensando que «no podemos» hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no lo conseguimos. Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré. Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosostros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca. Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos: No puedo y nunca podré. Jorge Bucay