Es sorprendente la capacidad que tenemos los seres humanos de pasar de una preocupación a otra… sin darnos cuenta, de que somos nosotros mismos quienes las creamos, perdiéndonos la posibilidad de disfrutar y extender nuestros momentos de felicidad o de tranquilidad.
Es como si muchos de nosotros tuviésemos una especie de saboteador personal incorporado, que se encarga de amargarnos el momento, de sumergirnos en la tristeza o en la culpa, de encender nuestros temores al llevarnos a imaginar lo peor que puede pasarnos, que puede hacernos sentir abrumarnos con los pendientes, mostrarnos nuestras inseguridades, recordarnos los problemas que tuvimos, por supuesto, obviando el que pudimos enfrentarlos y resolverlos en el momento en que se nos presentaron… todo esto, con la intención de proteger una parte de nosotros y de evitar que asumamos el riesgo de cambiar o de experimentar sensaciones y vivencias nuevas que pudieran poner en peligro nuestra personalidad.
Pero, lo cierto, es que cuando dejamos de buscar culpables de todo lo negativo que nos pasa, asumimos la responsabilidad parcial de lo sucedido y tomamos el control de nuestra vida, entendiendo que somos nosotros mismos a través de nuestras actitudes, elecciones y comportamientos, los que generamos las situaciones que vivimos… estamos listos para romper el ciclo en el que nos hemos sentido atrapados, superar dichas situaciones y construir la vida que deseamos.
Deberíamos aprender a realizar un inventario emocional al final de cada día, con la intención de identificar las emociones que nos atraparon o que nos hicieron reaccionar de la peor manera y las situaciones o las personas que las activaron en nosotros. Pues solo así, podremos cambiarlas, recordando que no es lo que sucede afuera lo que realmente nos afecta, sino la forma en la que interpretamos cada hecho.
A veces somos tan frágiles y tan susceptibles de pasar de un estado emocional a otro, que deberíamos fortalecernos emocionalmente, trabajando en nuestra autonomía, para abrir y cerrar las puertas de nuestro espacio interior a voluntad, de manera que permitamos que solo lo bueno, lo positivo y lo que pueda enriquecernos como seres humanos entre y ocupe un lugar dentro de nosotros, y que todo lo que pueda de una u otra forma afectarnos negativamente, se quede afuera.
Claves para recuperar el balance.
CAMBIA LOS PENSAMIENTOS NEGATIVOS. En lugar de fijar tu atención en las ideas pesimistas que llegan a tu mente, profundizando en el desarrollo de esas imágenes negativas, distrae tus pensamientos y resalta lo positivo que también te sucede.
EVALUA TUS PRIORIDADES. Quítale importancia a los asuntos que en realidad no la tienen, pero que te preocupan constantemente. Haz una lista con todos tus pendientes y comienza a resolverlos uno a uno.
RESISTE TUS REACCIONES. A través de tus creencias, actitudes y hábitos, te conviertes en la causa de tus situaciones. Evita dejarte llevar por las emociones negativas y aprende a responder y actuar con conciencia y responsabilidad, para que puedas ser una causa positiva.
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