Un niño que empuja a otro para quitarle su avión, una niña que le araña a otra la cara porque no le quiso prestar un plumón, otro que le grita a la profesora porque no quiere esperar su turno para salir del salón: estos son sólo tres casos típicos de conductas agresivas que se observan con frecuencia en los nidos y jardines de infancia.
Pero, ¿a qué se deben estas muestras de abierta agresividad en niños tan pequeños? En primer lugar, como explica la psicóloga y psicoterapeuta Bertha De Pomar, la agresividad es un instinto que ayuda a una persona en formación a adaptarse a su entorno. Es necesaria para protegerse de un dolor, un miedo o una frustración. El problema empieza cuando ese instinto se convierte en una conducta negativa permanente que daña y dificulta el proceso de sociabilización con otros niños y su ambiente.
Entonces, como cada niño tiene una historia de vida distinta, como cada uno llega al nido con aprendizajes y necesidades diferentes, la profesora debe saber acompañar a cada uno en su proceso de adaptación en este lugar, donde por primera vez quizás está compartiendo con otros niños.
"Si después de un tiempo prudencial, la maestra ve que ese instinto es en realidad un comportamiento agresivo constante y que ella sola no lo puede manejar, lo mejor sería hablar con los padres del niño para analizar diversos factores y encontrar soluciones. Pero, incluso, la manera en que la profesora lleve esta conversación será clave, porque algunos padres podrían tomarlo como una queja, castigarían al pequeño y ahondarían en su agresivo comportamiento", afirma De Pomar.
En busca de factores
Uno de los principales factores que podrían determinar conductas agresivas en niños de edad preescolar es la crianza que le dan sus padres. Diversos estudios han demostrado que los padres fríos e inflexibles, que usan incluso agresión física para disciplinar, tienden a criar niños con agresividad.
Las nalgadas, los jalones de orejas, los correazos y otras agresiones físicas no son las más adecuadas porque provocan no sólo daño corporal sino también humillación. El niño o niña se hace resistente y podría reaccionar también de manera violenta. "Además, si la consigna es enseñarle al pequeño a autorregular ese instinto natural llamado agresividad, ¿cómo puede el padre o la madre dejarse llevar por la misma falta de control?", agrega De Pomar.
Otro de los factores que se cultivan en el hogar son los modelos mismos de agresividad. Los gritos, insultos, amenazas, golpes y otras agresiones físicas y verbales entre los padres pueden provocar problemas emocionales y diversos desórdenes en la conducta de un niño, entre ellos precisamente un comportamiento agresivo. En este ambiente, ¿cuál es el mensaje para el retoño? Que cuando una persona supuestamente nos molesta debemos agredirla como ellos lo hacen.
¿Y cuenta también el temperamento del niño? En efecto, este puede coadyuvar también en una conducta agresiva, sin embargo es deber de los padres y maestros enseñarle a canalizarlo favorablemente durante su proceso de adaptación y sociabilización.
Más factores: la TV y los medios
Además de los factores citados, es innegable que los medios de comunicación masiva, especialmente la televisión, pueden ocasionar conductas agresivas en los niños. La mirada de la crítica está sobre todo en aquellos programas en los que la violencia -expuesta abiertamente- es el ingrediente principal.
Por ello, como explica la psicóloga y psicoterapeuta Amalia Donayre, es muy importante que los padres presten atención a los programas que los niños ven en televisión y saber qué juegos de video gustan (en especial, cuando van a cabinas públicas). También enseñarles a discernir las consecuencias de agredir a alguien en la ficción y en la realidad será crucial. Sin diálogo, ¿cómo sabrá el niño qué es lo adecuado?
"Se estima que el niño, al tener entre cinco y seis años, deberá haber aprendido a autorregular su agresividad y evitar conductas agresivas con sus pares", finaliza la especialista Donayre.
Fuente: http://www.eduquemosenlared.com