Hay muchos estilos de ejercer chantaje emocional, así como rasgos de carácter. Más pasivos, más agresivos, directos o indirectos, frontales o sutiles, todos utilizan tanto la culpa, el miedo y/o la obligación para ejercer su poder y lograr su único objetivo: salirse con la suya.
El miedo a las pérdidas, a los cambios o a ser rechazados, son motivos válidos para una persona en convertirse tanto en chantajista, como en chantajeado. Tanto uno como el otro son las dos caras de una misma moneda. En algunos casos, los miedos se basan en alguna larga historia de sentimientos de angustia y/o de rechazos. En otros, podrán ser la respuesta a la incertidumbre y al estrés. En muchos casos se debe a la pérdida de la autoestima y sus sentimientos de competencia y seguridad. El potencial para convertirse en chantajista aumenta en forma súbita a medida que los miedos se acumulan en la vida de esa persona. Existen también ciertos hechos desencadenantes, como el rechazo por parte de otra persona, la pérdida de un trabajo, un divorcio, el retiro de la vida laboral o una enfermedad que pueden convertir en chantajista a alguien que “parecía” no serlo.
El precio que pagan los chantajeados es tremendo. Los comentarios y actitudes del chantajista hacen sentir a sus “víctimas” desequilibradas, avergonzadas y/o culpables. Estas saben que es necesario modificar la situación y, reiteradamente, juran que lo harán, pero muchas veces fracasan al ser una y otra vez burlados y manipulados, como si se cayera en una trampa reiteradamente. Cada vez que la víctima se rinde al chantaje del otro, va acumulando enojo contra sí mismo, va perdiendo la noción de integridad, va dañando su autoconfianza y su capacidad de resolución.
El chantajista emocional construye su estrategia consciente e inconscientemente en base a la información que su “víctima” le va dando acerca de lo que le produce temor. Observa de qué cosas el otro huye, qué situaciones la ponen incómoda.
También, por otro lado, el miedo que siente el chantajista emocional de no obtener lo que desea se vuelve tan intenso, que lo único que atina a hacer es a centrar su atención en el resultado deseado, lo cual le imposibilita apartar su mirada del objetivo y percibir de qué manera su forma de actuar afecta y daña al otro.
En esta instancia, toda la información que ha recogido acerca del otro en el transcurso de la relación se convierte en su herramienta para terminar cerrando un trato y que fue en realidad alimentado por el miedo de ambas partes involucradas. La condiciones que impone están hechas a medida para su víctima e implica: Si haces lo que te pido, yo no:... te abandonaré, te censuraré, te criticaré, te maltrataré, dejaré de amarte, te gritaré, te haré sufrir, me opondré a tu voluntad, te despediré…
En el proceso de chantaje emocional se suelen dar los siguientes pasos:
1. EXIGENCIA: Se desea obtener algo del otro. Se dice en forma explícita o no. Puede que crea que el otro debería adivinar.
2. RESISTENCIA: El otro se resiste porque no le gusta la idea, no le va, no puede, etc. Es decir, la exigencia, la demanda del chantajista no es atendida o no lo es de la manera que el chantajista quisiera.
3. PRESIÓN: Al no soportar la negativa ni querer comprender los motivos del otro, el chantajista comienza a ejercer presión, a buscar el punto débil, a hacerse la víctima, etc.
4. AMENAZAS: Si continúa la negativa, ya puede entrar en un nivel de amenaza “si no accedes o haces lo que yo quiero, entonces …”
5. OBEDIENCIA: A fin de no sufrir las consecuencias de las amenazas, la víctima se replantea el tema, cede y acepta. Se siente incómoda, ultrajada, como que no se respetó su voluntad, pero prefiere ceder con tal de no “perder” al otro.
6. REITERACIÓN: El chantajista ha conseguido lo que quería. Y además sabe, porque lo ha comprobado, que cuando él ejerce presión, termina consiguiendo lo que quiere. Ya sabe dónde apretar.
De esta manera, ha quedado establecida la base para un esquema reiterativo de exigencias, presiones y rendiciones. Y el chantajeado se encontrará entonces: ·
Disculpándose, “razonando”, discutiendo, llorando, suplicando, cancelando sus propios planes, postergando sus deseos, cediendo y rindiéndose con tal de no perder al otro, o lo que ofrece el otro.
LO ÚNICO QUE LE IMPORTA AL CHANTAJISTA ES…. ÉL MISMO!
Todos los chantajistas focalizan su atención en sus propias necesidades, y la forma en que sus presiones afectan a los demás no es algo que les importe.
Las características que hacen a una persona ser vulnerable al chantaje emocional son:
- excesiva necesidad de aprobación
- profundo miedo al enojo y la ira de quienes la rodean
- gran necesidad de paz, sea cual sea su precio
- tendencia a asumir demasiada responsabilidad por la vida de los demás
- inseguridad con respecto al valor y capacidad personal
- incapacidad de poner límites
- escasos recursos de afrontamiento
Según Susan Forward, autora del libro “El chantaje emocional” existen varias estrategias en el chantaje, tales como:
Castigar silenciosamente: Dice “No hace falta que el castigador se exprese con fluidez, y ni siquiera que hable, para trasmitir su mensaje. Tanto los que callan ofendidos, como los que se refugian en una ira no verbalizada, dominan el arte de convertir en niños a quienes, en otros aspectos, son adultos responsables. Al maniobrar para evitar su ira, y sus manipulaciones agresivas, nos encontramos de pronto haciendo cosas que nunca hubiéramos considerado posibles. Al violar nuestros propios códigos, se incrementa lo que, de por sí, ya puede constituir una pesada carga de autorreproche, que nace a partir de nuestra incapacidad de hacer frente a nuestro chantajista y resistir sus actitudes.
Para casi todo el mundo, el frío silencio de estos castigadores resulta muy difícil de soportar. El se atrinchera tras una fachada impenetrable y transfiere a otros la responsabilidad por sus propios sentimientos. Nos sentimos conmocionados cuando alguien nos castiga de esa manera. Podemos sentir cómo la ira del otro va creciendo silenciosamente y sabemos que nosotros somos el blanco de ella. Nos encierra en una situación estresante y tensa, por lo que la mayoría de nosotros cede rápidamente, porque es la forma más fácil que encontramos para aliviar esa situación intolerable”
Autocastigarse: Dice con referencia al autocastigador: “Este es un individuo excesivamente necesitado de afecto, muy dependiente, que no asume su responsabilidad por su propia vida. Todas sus dificultades, reales o imaginarias, son culpa del otro. Mientras que el castigador convierte a su víctima en un niño dependiente, el autocastigador pone a su víctima en el papel de adulto protector...el único adulto en la relación. Somos quienes los pueden salvar de ellos mismos, rescatarlos de su desvalidez y proteger su fragilidad.
No existen fronteras demarcadas claramente entre los distintos tipos de chantaje, y muchos chantajistas combinan o utilizan más de un tipo.”
Usar la tergiversación: El chantajista ve nuestros conflictos como un reflejo de lo equivocados y desubicados que estamos, a la vez que se describe a sí mismo como comprensivo y bienintencionado. Para decirlo de forma más directa: nosotros somos los malos de la película, y ellos son los héroes.
Esto es lo que se llama “tergiversación”: el chantajista es un maestro en eso de aparecer como un santo con nobles motivaciones, y al mismo tiempo, mostrar a su víctima como motivada, en el mejor de los casos, por intenciones y actitudes dudosas. El chantajista nos hace saber que es él quien debería ganar siempre porque lo que él quiere es más adecuado, más amplio o más maduro. Es lo mejor.
Al mismo tiempo nos tildan de egoístas, malos, inmaduros, desagradecidos o débiles de carácter. Cualquier resistencia de nuestra parte es transformada, y en lugar de ser expresión de nuestras necesidades, pasa a ser una evidencia de nuestras fallas. Cuando ese tipo de manipulación es eficaz, nos confunde respecto a qué puede ser enfermizo o saludable, y hace que nos cuestionemos lo que sucede entre el chantajista y nosotros.
Caemos en esa trampa porque queremos confiar en ellos, queremos que tengan razón y sean buenos, y no deseamos calificarlos de insensibles, malos o despóticos.
Convertirnos en “malos”: Quienes utilizan esa arma contra nosotros, pueden anular nuestra seguridad interior y nuestro aplomo muy rápidamente, ya que nos convierten en “malos”. “Me has herido”, “Me has desilusionado”.
Patologización: Algunos chantajistas dicen que nos resistimos a sus exigencias, sólo porque estamos enfermos o locos. Así nos califican de histéricos, neuróticos, perversos, o discapacitados emocionales. Dado que este tipo de experiencia puede llegar a aniquilar nuestra sensación de identidad y nuestra autoconfianza, es una herramienta particularmente tóxica y eficaz.
La patologización se hace presente en una relación cuando una persona desea mayor entrega de parte de la otra, más tiempo, más compromiso, y cuando no la obtiene, intenta lograrla cuestionando la capacidad de amar de la otra.
La patologización es particularmente persuasiva cuando proviene de una figura de autoridad como un médico, un profesor, un psicólogo o un abogado. Con una actitud muy arrogante, algunas personas quieren demostrar que nadie puede cuestionar su posición. Nos dicen que velan por nuestros intereses y que negarnos equivale a demostrar cuán obstinados e inseguros somos. Son ellos los expertos, aún cuando se trate del conocimiento más profundo de nosotros mismos, y no se nos permite cuestionar sus consejos o interpretaciones.
Buscar aliados: Cuando los intentos de chantaje de tipo individual no surten efecto, muchos chantajistas emocionales piden ayuda, involucrando a otras personas -parientes, amigos- que los ayude a defender su causa. Suelen recurrir a personas de las que saben que la víctima respeta y aprecia, y ante un frente tan compacto, la víctima termina por sentirse indefensa.
Cuando se recurre a una instancia superior: “Mi analista dice que tu actitud es muy agresiva”. “En un curso que hice me dijeron que...” “Leí un artículo que decía...”
El chantajista recurre a una increíble variedad de fuentes -citas, comentarios, enseñanzas, escritos- e insistirá en convencernos de que hay una sola verdad: la que ellos postulan.
También hacen comparaciones negativas: “Si tú fueras como fulano”. El chantajista nos presenta como modelo a otra persona, quien constituye el ideal inmaculado frente al cual resaltan nuestras falencias.
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