Muchos piensan que hay hechos "imperdonables" y que hay personas que no se merecen este ´regalo´. Pero ignoran que perdonamos, independientemente de que los demás se lo merezcan o no; perdonamos porque al hacerlo nos liberamos, y esto es lo importante; perdonamos porque esto nos sana y fortalece en el plano físico, nos equilibra y tranquiliza en el plano mental y emocional y nos hace crecer en el espiritual.
En los últimos años se han realizado múltiples estudios clínicos sobre las personas que perdonan versus las que no, y se ha evidenciado la gran diferencia en cuanto a salud y bienestar, en sentido favorable, de las que otorgan el perdón sobre las que se niegan a darlo.
El éxito está en tener una actitud real de perdón permanente, es decir, una renuncia total a quedarse con odios y resentimientos ante los actos de la vida. Para lograrlo, se enfrenta y elabora la pena de forma inmediata, dejando el dolor y el rencor, sin cargarse de culpas ni malos recuerdos.
Para empezar a tomar esa actitud en la vida, es bueno perdonar mediante algún ritual simbólico que facilite el acto, así se modificará nuestra percepción del dolor. El perdón real se realiza hacia uno mismo, hacia los demás y hacia las circunstancias que nos ha tocado vivir.
Uno se perdona a sí mismo por lo que hizo o dejó de hacer, por las veces que nos hemos lesionado o hemos agredido a los demás. Perdonamos a los demás por los hechos con los que nos hemos sentido agredidos o lesionados, y perdonamos a la vida por ciertas circunstancias (color de piel, escasas habilidades o recursos, catástrofes naturales...).
Etapas para el perdón
En un lugar tranquilo y solitario, luego de lograr una relajación profunda, se busca recordar de la forma más nítida la circunstancia dolorosa que se desea liberar mediante el perdón.
Se pasa a escribir de forma detallada todo lo vivido y sentido en ese momento.
Se dice en forma verbal lo que se perdió por este hecho (por ejemplo, la confianza en los demás, la paz interior, etcétera). La verbalización nos permite saber lo que perdimos y que debemos recuperar si hacemos de forma sentida el perdón.
Procedemos a quemar el papel, al tiempo que nos comprometemos conscientemente a renunciar a todo lo escrito allí, dejando entonces el dolor, la rabia, el apego y demás consumidos por el fuego.
Hacer un acto que nos recuerde siempre que perdonamos y que sea un símbolo vivo de aquella acción, como puede ser sembrar una semilla; al ver la planta y cuidarla cada día veremos el estímulo vivo de nuestra actitud del perdón.
Estos cinco pasos se aplican con modificaciones especiales a cualquier acto de perdón. Lo importante es poner la conciencia plena y la mejor disposición para lograrlo. Si perdonamos, el peso del dolor y el sufrimiento quedarán en el pasado y, libres en el presente, podremos crear nuestro mejor futuro.
Por: Santiago Rojas Posada
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