"Los prejuicios nos agrupan para identificarnos como iguales... nos creemos dueños de la verdad, los escogidos, los privilegiados... y, por supuesto, pensamos que los demás son los malos, los equivocados"
En ocasiones nos es difícil diferenciar entre lo bueno y lo malo, entre lo correcto y lo incorrecto, entre la verdad y la mentira. Y es tanta la información y los juicios que recibimos de otros a quienes consideramos fiables que, al final, optamos por creer que son verdaderos y terminamos haciéndolos parte de nuestro criterio.
Por ejemplo, si vemos a alguien bien vestido, amable y encantador, pensamos, de inmediato, que es una persona buena; en cambio, si pertenece a un estrato socio económico diferente al nuestro, inmediatamente lo clasificamos como alguien del que debemos cuidarnos, evitando o cortando cualquier tipo de relación.
Los prejuicios nos agrupan para identificarnos como iguales. Cuando compartimos una característica, una condición o una ideología, nos identificamos, es por eso que nos sentimos blancos o indios, ricos o pobres, religiosos o ateos, de izquierda o de derecha, de los de arriba o de los de abajo… Nos creemos dueños de la verdad, los escogidos, los privilegiados, los que van a salvarse y, por supuesto, pensamos que los demás, sin excepción, son los malos o los equivocados.
Pero esta forma de pensamiento y de actuar puede ser muy equivocada, pues no podemos asegurar que en el grupo al cual pertenecemos están todos los buenos y en el resto de los grupos diferentes al nuestro están todos los malos. No debemos generalizar, tampoco encasillarlos ni limitarnos, pues dentro de otros grupos también hay muchas personas integras, buenas, emprendedoras, honestas, optimistas, trabajadoras, con sueños e ideales como los nuestros, que luchan por un país y un mundo mejor, sólo que con dos diferencias: el método o las circunstancias.
Vale la pena que revisemos y nos replanteemos el criterio que usamos para relacionarnos con otras personas, y si nos gusta agruparnos, reunirnos o trabajar en equipo, abramos nuestra mente y olvidémonos de colores, razas, ideologías, situación económica o académica y conformemos un grupo con personas diferentes, pero con ciertas características y valores afines con nosotros, como el grupo de los honestos en vez del de los corruptos, el grupo de los trabajadores en vez de los oportunistas, el grupo de los solidarios en vez de los egoístas, el grupo de la paz en vez del grupo de los violentos… Descubrir y reconocer en otras personas, aun cuando parecieran pertenecer a un bando diferente y opuesto al nuestro, valores, actitudes, principios, ideales y metas comunes, es el paso inicial para lograr la relación y la convivencia que nos impulse a trabajar juntos para tener un mundo mejor.
CLAVES PARA RELACIONARTE MEJOR CON LOS DEMÁS
Sé respetuoso. Acepta que los demás tienen sus propias ideas, conocimientos y capacidades, y aunque creas que eres el mejor, dales la oportunidad de expresarse, participar y hasta equivocarse y crecer por sí mismos.
Reconoce el aporte de los demás. Cuando alguien cercano diga o haga algo positivo, reconócelo inmediatamente. Recuerda que tu palabra puede darle la motivación y el apoyo que necesita para seguir contribuyendo y mejorando.
Muéstrate dispuesto a aprender. Cada día podemos aprender algo nuevo, si estamos abiertos para hacerlo. Cuando creas que ya sabes todo lo que podías aprender, estarás como muerto porque tus días pasarán sin que te intereses en descubrir o experimentar algo nuevo.
"Es importante que aprendamos a escucharnos y a observarnos para ajustar algunas actitudes y expresiones que pudieran entorpecer nuestra relación. De vez en cuando hay que compartir la razón"
La solución
Algunas personas piensan que saben más que los demás, que han acumulado una experiencia que difícilmente los otros tendrán algún día, que siempre será de ellos la última palabra sobre cualquier tema, y que tendrán la razón en cualquier discusión, ignorando o invalidando el punto de vista de los demás. Es muy difícil y estresante mantener una conversación con alguna de estas personas, especialmente si tenemos una relación afectiva con ella, porque entonces se convertirá, usualmente, en una cuestión de honor el tratar de mostrar que, en realidad, nosotros tenemos parte de la razón o que nuestra idea puede ser más acertada en algún momento. De esta forma podría iniciarse una discusión que puede llevarnos a una gran pelea o a tomar la decisión de romper para siempre la relación.
Es importante que aprendamos a escucharnos y a observarnos para ajustar algunas actitudes y expresiones que pudieran entorpecer nuestra relación e intercambio con los demás. De vez en cuando hay que compartir la razón, escuchar en silencio y con atención, evitar imponerse sin permitirle a los demás expresar sus ideas o puntos de vista, dejar que otro asuma la responsabilidad si quiere y puede hacerlo. Esto nos llevará a enriquecer nuestra vida y a disfrutar más del contacto con las otras personas, en especial con nuestros seres queridos.
A veces suponemos que nuestra pareja, intencionalmente, quiere llevarnos la contraria, pero, en realidad, puede estar expresando, simplemente, su opinión, que no siempre debe coincidir con la nuestra.
Antes de dejarte llevar por las emociones y aumentar, con tu comentario y actitud, la gravedad de la situación, piensa que no es personal y busca un mejor momento donde puedan conversar para hallar una solución. Ten presente y acepta que cada uno tiene su punto de vista y no tomes como una ofensa personal su desacuerdo. Para que una relación funcione bien, es necesario compartir la razón de vez en cuando y abrirnos a escuchar el punto de vista de los demás, sin sentirnos atacados u ofendidos, sino más bien con el ánimo de reflexionar. Las diferencias personales pueden aportar mucho a nuestro crecimiento como pareja. Fortalezcan la relación en base al reconocimiento de la afinidad y de las semejanzas y así el amor estará presente para suavizar el roce de sus diferencias personales.
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