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jueves, mayo 31, 2018

DIA 151: PRIMEROS AUXILIOS EMOCIONALES

Así como cuando nos hacemos una herida física, recurrimos a un botiquín de primeros auxilios para curarla, igualmente podríamos hacer en el caso de heridas emocionales, mentales y/o psicológicas, ya sea para nosotros mismos o para ayudar a sanar a otra persona.
  1. Ofrecer nuestra ayuda y preguntar en qué podemos ayudarle
  2. Prestar atención: La escucha activa, acompañar escuchando
  3. Conservar la serenidad a pesar del dolor y/o llanto de la otra persona 
  4. Dejarle que hable y evitar interrumpirle 
  5. Gestionar nuestras propias emociones: No es el momento adecuado para ponernos a hablar de nuestros propios problemas
  6. El contacto físico indica que estamos allí para acompañarle: Tomarle de la mano, acariciarle sutilmente el brazo, abrazarle, etc.
  7. Respetar la intimidad y confidencialidad de esa persona: Evitar curiosear, fisgonear o chismosear sobre sus detalles personales
  8. Respetar los silencios
  9. Respetar el deseo de soledad de cada persona: Su espacio personal, su independencia, su autonomía
  10. Poner en práctica lo que sepamos (o hayamos leído) sobre recursos, técnicas y herramientas psicológicas para salir adelante a pesar de las dificultades de la vida, que nosotros mismos también hemos podido superar. ¿Qué nos ha servido o ayudado en el pasado?
  11. Reemplazar los pensamientos negativos por otros tranquilizadores
  12. Hallar alguna distracción para evitar estar torturándose y rumiando con los problemas
  13. Monitorear y proteger la autoestima
  14. Hallar el sentido de la vida
  15. Recomendar asistir, posteriormente, a ayuda especializada

viernes, diciembre 22, 2017

COMO ARREGLAR EL DAÑO CAUSADO A HIJOS Y PADRES

CÓMO SANAR HERIDAS EMOCIONALES
Si nos equivocamos en algunas cosas, siempre existe la posibilidad de reparar el daño o mejorarlo de aquí en adelante.

Tengamos como base que NINGÚN PADRE (Y MADRE) ES PERFECTO.

Todos los padres y las madres se excedieron en algo o les faltó hacer algo. 

Hacer lo posible por comprender que cada padre hace lo que puede, lo que sabe, según la forma cómo haya sido criado por sus propios padres respectivamente.

Recordemos (o sino preguntemos y averigüemos) cómo trataron a nuestros padres sus propios padres (nuestros abuelos), si es que los tuvieron. Con esa información podremos ver las cosas con mayor claridad y entender los probables motivos así como los resultados de lo que tenemos hoy.

Si los hijos han visto actos o expresiones de violencia entre los padres, se puede solucionar con el fin de que no les quede un trauma y evitar ansiedades o trastornos mayores, y que por el contrario puedan ser personas seguras,  

¡SIEMPRE HAY ALGUNA SOLUCIÓN!

Una forma de solucionarlo consiste en hacer lo contrario de las conductas no deseadas. 

Por ejemplo: Si hubo algún tipo de violencia, proponerse que ambos se cuidarán más de no volver a hacerlo o que arreglarán sus asuntos en forma más civilizada o en otro ambiente donde no tengan que presenciarlo los hijos. 

También ayudará el hacer lo contrario de lo que hayan visto los hijos. Es decir, si vieron violencia, que ahora vean que sus padres se expresan afecto y que eso sea una constante y que tenga mayor peso; de esa forma el recuerdo negativo va quedando atrás y lo que se le venga a la mente que sean las conductas saludables.

No solo eso.

Además, hay que hacer la sanación, es decir expresarlo, mejorar la comunicación e interrelación (vínculo) entre padres e hijos.

Aceptar que nos equivocamos, rescatar el aprendizaje de la experiencia y decidir qué medidas se tomarán en adelante para evitar que vuelva a suceder. Prevenir.

Y lo demostramos con nuestras conductas presentes y futuras (con nuestros propios hijos, familiares, amistades, colegas, etc.). Ya sabemos lo que no funciona, lo que no deseamos y lo que evitaremos, en lo posible.

Si las familias lo pueden hacer por sí mismas, en buena hora y ¡felicitaciones!

De no ser ese el caso, siempre pueden recurrir a ayuda externa profesional especializada en cómo tratar estos tipos de casos. Estamos hablando de Terapia de Familia, talleres para padres, consejería, asesoría espiritual, etc.

Aprovechemos temporadas particulares como esta, finalizando el año, donde suele haber mucho perdón, reconciliación, alegría, abrazos, fraternidad, reuniones, compartir, etc.

Tengan en cuenta también el simbolismo de que termina un año, una etapa de nuestras vidas y surge la esperanza de empezar un tiempo nuevo con nuevos proyectos y la esperanza de que las cosas pueden mejorar.

Son mis mejores deseos que las familias puedan llevarse mejor y así lograr una mejor sociedad, un mundo mejor, que nos beneficiará a todos.
Psicólogo y Psicoterapeuta Luis Venegas Chalen

domingo, octubre 22, 2017

LAS HERIDAS EN LA FAMILIA

Las heridas en el círculo familiar son las que tardan más tiempo en curarse

No podemos permitir que un pasado familiar disfuncional y traumático afecte a nuestro presente y nuestro futuro. Debemos ser capaces de superarlo y sanarnos para ser felices

Las heridas generadas en el círculo familiar ocasionan traumas, carencias profundas y vacíos que no siempre logramos reparar.

El impacto por el padre ausente, por la madre tóxica, el lenguaje agresivo, los gritos o esa crianza falta de seguridad y afecto traen algo más que la clásica falta de autoestima o esos miedos que tanto nos cuesta superar.

Muchas veces, la dificultad para resolver muchos de esos impactos íntimos y privados se halla en un cerebro tempranamente herido.

No podemos olvidar que el estrés experimentado a lo largo del tiempo y a edades tempranas provoca que la arquitectura de nuestro cerebro cambie, que estructuras asociadas a las emociones se vean alteradas.

Todo ello trae como consecuencia una mayor vulnerabilidad, una indefensión más profunda que conlleva un riesgo mayor a la hora de sufrir determinados trastornos emocionales.

La familia es nuestro primer contacto con el mundo social, y si ese contexto no nutre nuestras necesidades esenciales, el impacto puede ser constante a lo largo de nuestro ciclo vital.

Veamos a continuación con detalle por qué es tan difícil superar todas esas heridas sufridas en la época más temprana de nuestra vida.

La cultura nos dice que la familia es un pilar incondicional (aunque, a veces, se equivoca)

El último escenario donde uno piensa que va a ser herido, traicionado, decepcionado o incluso abandonado es, sin duda, en el seno de nuestra familia.

Sin embargo, ocurre con más frecuencia de la que pensamos.

Esas figuras de referencia que tienen como obligación darnos lo mejor, ofrecernos confianza, aliento, positividad, amor y seguridad, a veces nos fallan voluntaria o involuntariamente.

Para un niño, un adolescente o incluso para un adulto, experimentar esa traición o esa decepción en el seno familiar supone desarrollar un trauma para el cual nunca se está preparado.

La traición o la carencia generada en el seno de una familia es más dolorosa que la simple traición de un amigo o un compañero de trabajo. Es un atentado contra nuestra propia identidad y nuestras raíces.

La herida en una familia se hereda entre generaciones

Una familia es algo más que una árbol genealógico, que un mismo código genético, que unos mismos apellidos.

Las familias comparten historias y legados emocionales. Muchas veces, esos pasados traumáticos se heredan de generación en generación de muy diversas formas.

Desde la epigenética nos recuerdan, por ejemplo, que todo lo que acontece en nuestro ambiente más cercano deja su impacto en nuestros genes.

De ahí, que factores como el miedo, el estrés intenso o los traumas se hereden muchas veces de padres a hijos.

Ello hace que, en ocasiones, seamos más o menos tendentes a sufrir depresiones o que reaccionemos con mejores o peores herramientas ante situaciones adversas.

Aunque establezcamos distancia de nuestro círculo familiar, las heridas siguen presentes

En un momento dado, lo hacemos; decimos basta y nos atrevemos a cortar con ese vínculo dañino para establecer una necesaria distancia de esa familia disfuncional y traumática.

Ahora bien, el simple hecho de decidirnos a decir adiós a quien nos hizo daño no trae por sí mismo la sanación a la herida. Es un principio, pero no la solución definitiva.

No es nada fácil dejar atrás una historia y unas dinámicas, unos recuerdos y unos vacíos.

Muchas de esas dimensiones quedan ancladas a nuestra personalidad e incluso en el modo de relacionarnos con los demás.

Las personas con un pasado traumático suelen ser más desconfiadas, les cuesta mucho asentar relaciones sólidas.

Quien ha sido herido necesita, además, sentirse reafirmado; ansía que los demás llenen esas carencias, de ahí que muchas veces se sientan frustrados porque pocas personas llegan a ofrecerles todo lo que necesitan.

Lo recomendable en estos casos es sanarnos primero como persona antes de buscar en los demás lo que necesitamos.

Podemos llegar a cuestionarnos a nosotros mismos

Esto es quizá lo más complejo y lo más triste.

La persona que ha pasado gran parte de su ciclo vital más temprano en un hogar disfuncional o en el seno de una familia con estilo de crianza negativo, puede llegar a verse a sí mismo como alguien que no merece ser amado.

La educación recibida y el estilo de paternidad o de maternidad en el que hemos sido criados erige las raíces de nuestra personalidad y nuestra autoestima.

El impacto negativo de estas huellas es muy intenso; de ahí que muchas veces uno mismo tenga dudas sobre la propia eficacia, su valía como persona o incluso si es digno o no de cumplir sus sueños.

Nuestro círculo familiar puede darnos alas o puede arrancárnoslas. Es algo triste y devastador.

Sin embargo, hay algo que nunca podemos olvidar: nadie puede elegir quiénes van a ser sus padres, quienes sus familiares, pero siempre llegará un momento en que tengamos ya la capacidad y la obligación de elegir cómo va a ser nuestra vida.

Elegir ser fuertes, ser felices, libres y maduros emocionalmente es algo esencial, de ahí la necesidad de superar y sanar nuestro pasado.
Fuente: mejorconsalud

domingo, noviembre 03, 2013

COMO HACER PARA PERDONAR Y OLVIDAR

¿Hasta cuándo sufrirás por algo que sucedió en el pasado?

Visualiza mentalmente un río
Es bueno dejar ir el pasado y confiar en el proceso de la vida.

Piensa en un río que se lleva tu dolor.

¡Y empezarás una etapa más liberada en tu vida!

No permitas que te vuelvan a herir.

Bota, tira, arroja, lanza todo lo negativo y tóxico a ese río mental imaginario.