Cuenta la mitología que Pigmalión era un príncipe de Chipre que, en busca de la mujer perfecta con quien casarse, comenzó a esculpirla en un trozo de piedra. Día a día fue dándole forma a esa roca de manera tal de ir moldeándola según la imagen que el príncipe tenía de lo que una mujer perfecta debía ser.
Logró finalmente una figura cuya belleza superaba aún a su propia imaginación. Dio a ésta el nombre de Galatea: era una escultura bellísima de la cual fue enamorándose. Al ver esto la diosa Venus dio vida a la estatua haciendo ciertos los deseos de Pigmalión.
Esta figura mitológica ha dado lugar a un concepto fundamental en psicología que fue observado por Robert Merton (uno de los grandes de la sociología norteamericana del siglo XX) y que hace referencia a la idea de lo que un juicio puede lograr en la realización de un acontecimiento, dando lugar en muchos casos a la llamada profecía autocumplida. Es decir, se llama efecto Pigmalion al hecho de que los juicios que tenemos sobre las personas, cosas, situaciones e incluso sobre nosotros mismos tiendan a convertirse en realidad (en afirmaciones).
Para ejemplificar se pueden traer algunos de los experimentos que Robert Rosenthal y Lenore Jacobson realizaron en 1968 bajo el titulo ”Pigmalion en el aula”, quienes se destacan por sus interesantes investigaciones sobre el tema.
En uno de sus experimentos Rosenthal y Jacobson tomaron al azar una serie de alumnos de una escuela y dieron sus nombres a los profesores, informándoles falsamente que en los test habían salido superdotados, cuando la realidad era que habían salido simplemente más o menos normales. Lo sorprendente fue que al cabo de ocho meses, dichos alumnos obtuvieron un rendimiento escolar realmente de superdotados. ¿Qué es lo que había pasado? Pues que la expectativa de los profesores y cómo se habían relacionado con dichos alumnos, había facilitado, o sea, "estimulado", el aumento de rendimiento en ellos.
Se denomina PROFECIA AUTOCUMPLIDA O AUTORREALIZADA al hecho de que las expectativas que se formulan unas personas con respecto a otras suelen cumplirse, de manera especial, si las primeras son muy importantes para las segundas.
Conforme a la profecía autorrealizada, cuando se asegura que cierta circunstancia va a producir un resultado negativo, nosotros mismos nos encargamos de que sea así; dirigimos nuestro pensamiento hacia ese resultado, esperamos que se produzca ese y ningún otro que sea mejor y orientamos todas nuestras acciones en ese sentido.
No recibimos un llamado de consciencia que nos advierta sobre nuestra actitud; en realidad, es una retroalimentación automática, como el correr de la sangre por las venas, que no lo ordenamos, ni lo percibimos siquiera.
También cuando se predice un resultado positivo y todas las fuerzas del individuo se movilizan hacia su consecución, es altísimamente probable que lo consiga.
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