Según cifras de organismos internacionales, la tartamudez afecta al 1% de la población mundial. La celebridad del personaje de la película “El discurso del rey” permite recordar a otros personajes afectados por el mismo problema.
A Jorge VI la tartamudez le sobrevenía en circunstancias estresantes, como cuando tenía que dirigirse al público. Curiosamente, la letra que más dificultad tenía para pronunciar era la k, de ‘king’, rey. Tuvo que tratarse durante diez meses, en 82 sesiones, con el logopeda australiano Lionel Logue. La estupenda actuación de Firth muestra todo esto.
Pero él no fue el único británico célebre con tal dificultad. Winston Churchill también padecía de tartamudez y solía bromear al respecto, pero luchó tan decididamente que sus discursos ahora son legendarios. Él convirtió su problema en una virtud, pues apelaba a la tartamudez mientras disertaba solo para aliviar la tensión y generar humor.
Otro británico notorio también estuvo afectado por lo mismo: Charles Darwin, el creador de la teoría de la evolución, quien heredó este mal de su abuelo, el poeta Erasmus Darwin. Sus conocidos recuerdan que tenía dificultades para pronunciar ciertos vocablos, aunque era un ameno interlocutor. Por eso hablaba con voz tenue y lentamente.
Pero el tartamudo emblemático ha resultado ser siempre Demóstenes, el orador de la Grecia antigua. Pasó años corrigiendo tal trance, gritándole al sol y poniéndose guijarros debajo de la lengua, hasta que logró hablar estupendamente.
Otro célebre personaje de hablar entrecortado fue el emperador romano Claudio. Su biógrafo Robert Graves cree que él usaba este quebranto astutamente para aparentar que era un tonto. Así triunfó en las intrigas palaciegas y accedió al trono de Roma.
Miguel de Cervantes también fue tartamudo y nunca pudo superar el problema.
En cambio, Lewis Carroll, creador de "Alicia en el País de las Maravillas" y otros cuentos, supo desenvolverse muy bien en sociedad con su tartamudeo.
Al igual que William Somerset Maugham, quien llegó a ser un gran escritor, y muy bien pagado además.
Impensadamente, tres estrellas cinematográficas han tenido y tienen este mal. Marilyn Monroe ocultaba tan bien su hablar entrecortado que se habituó a usar un tono seductor, una de sus características de ‘sex symbol’.
Anthony Hopkins, conocido además por su timidez, venció su problema con la actuación.
Bruce Willis ha contado que su dificultad se agravó cuando se separaron sus padres e ingresó a la escuela secundaria. Sus compañeros le ponían apodos. Pero Willis descubrió que sobre el escenario perdía la tartamudez y se abocó a ello. Al terminar la escuela ya era presidente del consejo estudiantil y un actor muy requerido.
Por: Enrique Sánchez Hernani
"Si ellos pudieron salir adelante, tú también puedes lograrlo si te lo propones. No se cura sin hacer nada".
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