Ps Patricia Cabrera Sena
Es significativo que muchas personas han perdido la costumbre de AGRADECER.
Y cuando decimos “agradecer” nos referimos en el sentido más abarcativo del término.
Decir GRACIAS a la vida, a la gente, a desconocidos, a nosotros mismos, a las circunstancias, … a todo lo que de alguna manera nos fue de utilidad, nos significó un alivio, un placer, una sonrisa, un favor, una grata sorpresa, un crecimiento personal.
Estaba intentando entender desde mi ángulo profesional por qué será que a muchas personas se les hace cada vez más difícil agradecer...
La primera asociacion libre me llevó a pensar que la falla principal en ésta nueva postura entre humanos se basa en la tendencia cada vez mayor de encerrarse en micromundos, de ese modo las personas nos vamos aislando del entorno en forma casi instintiva, y donde antes era lo más normal entregarse en gestos interactivos generosos, amorosos, atentos, de consideración a las necesidades del otro, buscando complacerlo, … ahora lo que hay es distancia, indiferencia, tendencias egoístas, y de una preocupante desconfianza entre todos que cada vez nos aleja más.
En una dinámica así es entendible que no se generen entonces roces sociales agradables, de consideración mutua, con una postura abierta, sincera, y placentera entre todos.
Cuando decimos GRACIAS desde lo más íntimo, de un modo natural y auténtico, estamos reconociendo al otro el favor que nos ha generado en nuestras vidas, ya sea desde detalles pequeños como también en orbitas importantes de nuestra existencia, la persona HIZO ALGO A FAVOR NUESTRO, aportó en nuestras vidas un cambio conveniente, apuntando exclusivamente a nuestro interés y beneficio.
Ahora bien, si nos detenemos a pensar, a lo largo de nuestros días existen alrededor nuestro una variedad significativa de detalles que merecen un agradecimiento y reconocimiento.
Podemos poner miles de ejemplos, de circunstancias que nos suceden no solo en el hogar sino también en el diario trajín afuera del mismo: palabras amables de personas extrañas, gestos y frases de cortesía intercambiados en una simple compra con los empleados de un local, una puerta que nos sostienen en un lugar público esperando para que podamos entrar, cuando algo se nos cae en la calle y alguien nos lo levanta con una sonrisa, un detalle amoroso y comprensivo de un compañero de trabajo considerando nuestro cansancio, o mal día... , actitudes complacientes o incluso hasta simples gestos de educación que solo reflejan respeto y consideración a nuestra persona. Se puede seguir en una lista larga de infinitas situaciones (bastante más frecuentes de lo que creemos) y que en el fondo solo apuntan a que si tuviéramos una postura sana y complacida, saldría de un modo natural y espontáneo la palabra GRACIAS.
Ahora ingenuamente me pregunto: qué pasaría realmente en las dinámicas sociales, en el roce entre todos (tanto en ambientes familiares como laborales) si dijéramos GRACIAS … teniendo en cuenta lo que acabamos de reconocer: la alta frecuencia con que la que todos podríamos estar diciéndolo... ¡a diario!...
¿Cómo nos sentiríamos no solo diciéndolo sino recibiéndolo de los demás?
¿Qué tipo de ambiente se generaría en nuestro entorno, qué energía flotaría en el aire entre todos?
¿Qué ganamos y qué perdemos?
La respuesta es obvia, la siguiente pregunta entonces sería: ¿por qué no lo hacemos si sabemos las consecuencias? ¿ Por qué no tener entonces una vida interactiva más generosa con el otro y agradecida al mismo tiempo?
Es verdad que con el tiempo se han perdido muchas cosas, entre ellas normas básicas de educación y trato con los demás.
En tiempos pasados (sin irnos muy lejos) se nos había enseñado que era una regla social asumida por todos el saber decir “gracias” ante ciertos gestos amables y generosos de los demás.
Y es cierto que junto con el perderse esa “costumbre formada”, en ciertos aspectos hasta impuesta por una simple regla de educación social... también se fue generando entre todos un distanciamiento que evidencia una desagradable indiferencia que nos vuelve cada vez más ajenos e insensibles unos de otros.
Hemos llegado incluso a tristes casos en donde se ve con dolorosa claridad que uno hace demasiado por otro o por muchos y los demás simplemente parecen no enterarse, ni valorarlo, y por lógica ni reconocerlo y menos aún agradecerlo.
Más allá de lo injusto de la situación, de lo inapropiado, o de lo doloroso, o desconsiderado, están las consecuencias obvias: la indiferencia, la frialdad, la distancia, el aislamiento social.
Decir gracias es una forma básica de amar. Cuando valoramos y respetamos cada gesto amable del otro hacia nosotros estamos dándole sentido a su esfuerzo puesto en nuestra persona. Estamos motivándolo a que continúe en posturas igual de amorosas con los demás, estamos aplaudiéndolo en sus gestos constructivos y generosos, estamos aportando a su crecimiento personal, a que se sienta resignificado ante los otros, que sepa que lo mucho o lo poco que hizo valió demasiado para otro, se le enseña el camino correcto para que lo repita mañana, con nosotros o con otros, le estamos ayudando en su autoestima, acercándonos a él, y no alejándonos... le estamos abrazando con una sola palabra.
Decir GRACIAS tiene demasiado que ver con unir, construir, motivar, amar.... como para estar jugando a los distraídos. Y si no pruébalo, comienza hoy mismo, dile gracias a cualquier detalle de tu entorno que otro haga por ti, intenta iniciarte en lo más difícil: captar esos elementos muy puntuales y sutiles que de tan simples a veces no los vemos... y cuando percibas que esa persona pensó en ti, dile GRACIAS... y completa la palabra con un gesto auténtico de gratitud, complacencia y retribución. Porque como ya está dicho y comprobado, lo que damos vuelve con creces, y si una postura sincera de apertura al otro reconociéndolo y valorándolo le sirve a él mismo, ...imagínate el resultado final en tu propia vida a largo plazo. Si puedes facilitar un entorno de sonrisas no dudes en hacerlo porque serás el primer beneficiado. Es un simple movimiento que logrará demasiados cambios en tus logros futuros personales, redimensionándolos.
Por último una canción que pueden disfrutar en éste link ( http://www.youtube.com/watch?v=kzzkJRxoDrE&feature=related ) y que resume muy bien la postura que sugerimos en éste artículo y que todos deberíamos tener de un modo natural y no impuesto:
Gracias A La Vida
Mercedes Sosa
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio dos luceros que cuando los abro
Perfecto distingo lo negro del blanco
Y en el alto cielo su fondo estrellado
Y en las multitudes el hombre que yo amo
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado el oído que en todo su ancho
Graba noche y día grillos y canarios
Martirios, turbinas, ladridos, chubascos
Y la voz tan tierna de mi bien amado
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado el sonido y el abecedario
Con él, las palabras que pienso y declaro
Madre, amigo, hermano
Y luz alumbrando la ruta del alma del que estoy amando
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado la marcha de mis pies cansados
Con ellos anduve ciudades y charcos
Playas y desiertos, montañas y llanos
Y la casa tuya, tu calle y tu patio
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio el corazón que agita su marco
Cuando miro el fruto del cerebro humano
Cuando miro el bueno tan lejos del malo
Cuando miro el fondo de tus ojos claros
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto
Así yo distingo dicha de quebranto
Los dos materiales que forman mi canto
Y el canto de ustedes que es el mismo canto
Y el canto de todos que es mi propio canto
Gracias a la vida, gracias a la vida
Ps. Patricia Cabrera Sena